jueves, 9 de abril de 2009

Discusión sobre nuestros orígenes (cuarta parte)

No dudo de la generosidad de los sentimientos de Coyote. El asunto más bien es otro.
De la serie de citas de palabras de Fidel Castro que me dedica, así como el rosario de definiciones entre las cuales busca una adecuada a mi persona, contenidas en su Primer acto: el factor económico y la estructura económica, le digo: con toda la humildad y agradecimiento de que soy capaz, que estoy seguro de tomarlas como vienen de quien vienen.
No sé por qué le causa tanta dificultad definirme, si es muy sencillo hacerlo: chaparro, medio bien hecho, cegatón, huraño (dicen) y amargado (dicen). Podría citar más auto elogios, pero con esos basta. Tampoco voy hacer más escarnio de mi persona del que los defectos de fábrica ya hicieron, todo para que Coyote se quede con la conciencia tranquila.
Pregunto: ¿Por qué tanta dificultad para definirme? Lo ignoro.
En cambio yo no tengo empacho en definirlo: feo, taimado, con espíritu gazmoño, santiguado todavía ante la cruz de su parroquia chipiletera (la familia de la que venimos por ser mi primo hermano), y con cierta humanidad que uno quisiera que no le estorbara para que saliera de la cueva oscura de sus sentimientos y entregara un poco de sus incansables lecturas que hace sólo para él mismo. Pero no hay milagros.
Cualquiera que lea lo que escribí acerca de la autosuficiencia de discutir “aunque sea con uno mismo” constatará que he dicho lo siguiente: hay que ser capaces de tener una actitud para aspirar a conocer y transformar el mundo, si con este espíritu, con este ánimo llegamos a tales o cuales conclusiones “aunque sea discutiendo con unos mismo”, hay que exponerlas a los demás y discutirlas. Si estamos bien, seguimos. Si no, hay que tener la suficiente humildad de espíritu (no la de origen, “por venir de una familia humilde”) para reconocer lo que somos y no somos (las limitaciones y debilidades, dice la definición del DRAE) y actuar en consecuencia, para continuar. Si esta no es la razón de autosuficiencia que ha animado a espartaco como colectivo y a los espartacos en lo individual, entonces supuse mal y nunca he integrado una organización que piensa y decide en cabeza propia su rumbo, ya desde el hecho mismo de concebir que se puede conocer y transformación al mundo. Porque tal organización no existe y sólo ha sido un invento mío (un mecate, me diría quién así los bautizó).
La serie de citas de Fidel Castro que emplea Coyote se refieren a la vulgar pedantería, la presunción y el engreimiento, de los cuales varios de nosotros hemos comido y algunos seguimos comiendo. El ejemplo más inmediato, que no el único, es el que se ha ventilado por los últimos correos de las listas de espartaco, referido a la moral demostrada por el Mambrullo. Del cual sobra abordarlo, pues no ha lugar (como diría la jerga común de alguna reunión o asamblea). Es contra estas manifestaciones despectivas y vulgares de la autosuficiencia (soberbia, egolatría, las nombramos los espartacos) que se han opuesto los espartacos “desde que crearon espartaco”, por la sencilla razón que representan partes de la esencia de la ideología del sistema capitalista: el individualismo. Y, partiendo de una formación política e ideológica que busca humanizar al ser humano, por estar deshumanizado a consecuencia de la ideología del capitalismo, tales manifestaciones de autosuficiencia son consideradas como desviaciones de ese camino de humanización.
No carecemos de experiencia al respecto como para no reconocer esta diferencia, incluyendo, por supuesto, cuando hemos fallado al confiar en nuestras propias decisiones producto de aquélla autosuficiencia de la que hablo, por creernos poseedores de toda la verdad (tal y como lo dice la primera cita de Coyote): por ejemplo, cuando hace años postulamos a Sara Bulnes (rip) para contender a la dirección de la entonces escuela de economía (que aún se elegía mediante contienda electoral de planillas, por el voto universal, directo y secreto de los miembros de la escuela: estudiantes, profesores y trabajadores manuales y administrativos), sabiendo de antemano los “brincos” (inconsecuencias) que tenía, y, producto de esos, nos dejó con la brocha colgada en el camino, con lo cual quedamos políticamente inmovilizados en la coyuntura y tuvimos que apechugar las consecuencias de esa circunstancia.
Como he afirmado, las palabras citadas en su dedicatoria por Coyote se refieren a los errores que pueden implicar la autosuficiencia y a su sentido despectivo como partes de esas desviaciones (individualismo) de que habla Fidel Castro. Pero no es a ese sentido despectivo y vulgar de la autosuficiencia al que me he referido, así que no ha lugar las dedicatorias de Coyote. Ni modo.
Decir que debemos tener un espíritu como para atrevernos a afirmar que podemos conocer y transformar el mundo, y llevando este espíritu a los hechos, le parece a Coyote cualquiera de las dos siguientes cosas: a) pedantería; b) la posibilidad de un error por sentirnos con la verdad absoluta.
Él me enmienda la plana, entre otros elementos, argumentando tres cosas: a) el factor económico no es la estructura económica de la sociedad, lo cual es cierto; b) el factor económico no lo es todo, por lo cual deben considerarse otros elementos como, por ejemplo, la lucha de clases y la supraestructura política, ideológica y jurídica de la sociedad, a fin de hacer una análisis lo más completo posible de la realidad concreta, lo cual es cierto; y c) querer sacar conclusiones sólo a partir de analizar el factor económico como determinante de última instancia de la historia de la sociedad, conlleva la falla de hipertrofiar y empobrecer todo análisis de la totalidad social que se encuentra históricamente determinada (él pone el ejemplo de la discusión desarrollada por el Ché acerca de cómo construir el socialismo y cuál debe ser el motor que impulse a la economía socialista), lo cual también es cierto.
No veo, en todo caso, contraposición con lo único que he afirmado en esa llamada teoría de los factores: sólo he dicho lo que he dicho, que el factor económico (entiéndase la economía) es el determinante de última instancia en la historia de la sociedad. Nada más. Y eso, a partir de la discusión iniciada por El Coquis acerca del manido determinismo, reduccionismo y fatalismo con el que se pretende descalificar al marxismo. Porque según lo que he expresado, el marxismo es determinista si por ello entendemos que es el factor económico (la economía) el determinante de última instancia en la historia de la sociedad. Abundando, en un sentido general y abstracto, con el ejemplo de la ciencia que es determinada por ser el reflejo de la realidad en la consciencia del ser humano y es determinante desde el momento en nos proponemos conocer algún fenómeno de esa realidad, para que quedara claro que no hay por qué quererse curar en salud espantándonos con el petate del muerto de la descalificación de determinismo, reduccionismo y fatalismo. Sólo eso. Que Coyote nos previene de posibles errores en el análisis si queremos extrapolar esta determinación de última instancia como única y exclusiva, está bien en su previsión. Aunque, hasta el momento, nadie ha querido sacar más conclusiones que aquélla que hemos expuesto.
Coyote nos ilustra con su cultura libresca, entendida como la inspiración que se puede tener mediante la lectura de libros. Eso es loable. Porque si de lo que se trata a partir de tener un espíritu por conocer y transformar el mundo es llevarlo a la práctica, necesariamente debemos aspirar a tener una cultura libresca.
Para algunos de los espartacos, que quizá no sean muchos, esta clase de inspiración por la lectura en general, y en particular de libros (por eso lo de cultura libresca), es fuente para pensar e idear modos distintos por llevar a los hechos ese espíritu de autosuficiencia que he descrito: aspirar a conocer y transformar el mundo. Aunque hay quien dijo en alguna ocasión que no todos los espartacos pueden (o quieren) ser teóricos, y otro más respondió que tampoco todos los espartacos pueden (o quieren) ser sólo mandaderos. Así que de lo que se trata es de que cada uno decida lo que en su juicio le parezca que debe ser su definición en los hechos. Lo ideal sería que todos los espartacos tuviéramos ese espíritu de leer algo más que sólo los letreros del transporte cotidiano que utilizamos. En fin.
Que Coyote nos ilustre de ese modo está bien en al menos dos sentidos: a) porque demuestra que ha leído no sólo el decálogo del marxismo-leninismo; y b) porque entonces no se puede decir que fue engañado con eso de que el saber compromete.
Por lo anterior no se entiende por qué hace alusiones a afirmaciones que no hemos hecho. Por ejemplo, esa donde dice:

“Harto importante al parecer tiene detenerse en esto que el Lobo no “cacta”, pues al identificar el factor económico con la estructura económica, el dueño de la revolución se pone muy atrás del padre del marxismo ruso” (Plejanov) (Coyote, Primer acto: el factor económico y la estructura económica)

Pero esto es una afirmación que dice Coyote que hice, pero que no demuestra que hice. Sólo dice que identifique algo (el factor económico) con una cosa que es distinta (la estructura económica), pero no demuestra que yo haya hecho tal cosa. Por lo mismo, poner palabras y afirmaciones no dichas en bocas del que suscribe para de ahí demostrar, en este caso, que Coyote sí sabe, tiene claros los conceptos y el que suscribe no, es fácil hacerlo para presumir que se sabe mucho. En fin.
Aceptando sin conceder que hice lo que dice Coyote que hice, al menos esto debió implicarle, por un mínimo de no pedantería, por un poco de honestidad, poner algún ejemplo que sustentara lo que afirma. No lo hace por ningún lado.
Coyote tiene claros los conceptos y el que suscribe no. Bueno, ¿y ahora qué?
En el recorrido que hace para demostrar su claridad conceptual se aviene a lo que la marxología cataloga como el desarrollo del pensamiento marxista. Y lo hace asistiéndose de lo que, en su momento, argumentaron, yendo de atrás para adelante en sus citas, desde alguien como Federico Engels hasta alguien como Fidel Castro. Pero como lo hace al estilo de lo que es el Coyote por eso él mismo llega a la conclusión con que cierra su escrito:

“Dejando en claro estos aspectos fundamentales pasaremos a un análisis concreto, para no terminar toreando a toro parado o cansarnos de fornicar como el gatito.” (Ibídem)

En palabras llanas, ya demostró que él sí sabe y ahora, a los que no saben, nos pasará a ilustrar con un análisis concreto.
Al igual que El Coquis, Coyote escupió para arriba al dedicarme unas cuantas citas de Fidel Castro. Sin demostrar lo que dice que hice ya hasta mordió sus propias citas. Por eso no puede sino empezar su texto más que con estas palabras, tratando de curarse en salud:

“A manera de introducción: El interés fundamental de este artículo es para motivar en los neófitos y no viejos de la revolución a que se integren de alguna manera a la discusión, pues si Sandino, un neonato lo hace, es como para avergonzarse cualquiera por tanto valemadrismo. Y a lo que te truje chencha” (Ibid)
Porque la sinceridad de su “interés fundamental” es clara: que un neonato (Sandino) se haya integrado “de alguna manera a la discusión” “es como para avergonzarse cualquiera por tanto valemadrismo”. A confesión de parte, relevo de pruebas, dice el dicho popular.
Espartaco y los espartacos ganaríamos mucho si en lugar de querer demostrar la pedantería de un conocimiento adquirido se entrega con un poco de sincera honestidad, sin necesidad de que otra vez venga el neonato (Sandino) a poner en evidencia que nomás nos la pasamos rascándonos el fundillo de nuestras ideas desde la oscura cueva de nuestros sentimientos. Y eso no implica que Coyote deje de ser Coyote (o cualquier otro espartaco deje ser lo que es, si no quiere más que eso), sino de que haga a un lado, por un momento, su cierta humanidad que le hace saltar su ego para desmerecer su
“interés fundamental”.
Discutir sobre nuestro orígenes guarda una estrecha relación con lo que somos y lo que queremos ser, porque una las paradojas de esto es que, en ese tránsito de ser autosuficientes por aspirar a conocer y transformar el mundo, podemos perder el piso y terminar mordiéndonos las entrañas de la lengua de las palabras como le acaba de ocurrir a Coyote. Y si no aprehendemos de estos ejemplos podemos terminar por mordernos a nosotros mismos y hacernos viejos a lo pendejo, como le ha ocurrido a otro personaje ya aludido en líneas anteriores.
Con el cariño de siempre,
El declarado y denostado autosuficiente

09 de abril de 2009
Israel Caballero (Lobo)

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