lunes, 12 de septiembre de 2011

Cosas de la vida (2)


La orfandad ideológica, la indigencia teórica, el vaciamiento que ha representado el decir “ser de izquierda” ocurrido a partir de la “desaparición” de los países no capitalistas en Europa del este y, en consecuencia, la “entrada de la democracia” a ellos, ha tenido hondas repercusiones en todo el mundo. Esto, me parece, ha sido en cierto sentido para bien del propio “ser de izquierda” y su decirse así.

El hecho de que ahora el capitalismo haya conquistado territorios que no estaban bajo su férula y, por tanto, el mundo sea cada vez más capitalista de lo que era hace más o menos treinta años, “desencantó” a unos, metió en “dilemas existenciales” a otros, puso a “revisar” a unos más lo que por entonces se tenía por “razones” y “mandatos” históricos, “guías” de la revolución, “paradigmas” a seguir, “necesidades” e “imperativos” de trascendencia para la humanidad. De cómo se arriaron banderas sobran ejemplos por demás ilustrativos. Si el “sujeto histórico de la revolución” hoy ha sido enterrado sin pena ni gloria, “está por demás” decir cualquier cosa en contrario de esta máxima del triunfalismo de la “democracia” de los capitalistas.

De hecho, la “desilusión” mencionada no tiene fundamento (si existe de verdad convicción en ese “ser de izquierda”), puesto que la “democracia” del capitalismo ha funcionado desde sus origen expandiendo la reproducción de su ser que es la acumulación de capital (valorización de valor), tanto en lo que se refiere a su magnitud y profundidad como en lo que se refiere al “territorio” del que se va apoderando. Por eso, y no por razones de “maldad” o “inhumanidad”, es que ha empleado la violencia del saqueo, de las invasiones, las conquistas, las agresiones, el despojo, el robo descarado y un sinfín de métodos y mecanismos de coerción, manipulación, control, dominio y sojuzgamiento a lo largo de su devenir (en esencia, la violencia es la “normalidad de la paz” a la que nos acostumbra la “democracia” de los capitalistas), porque para seguir existiendo como tal es necesidad de esta “democracia” expandirse, reproducirse y acumular capital a todo lo que da, sin importar lo que implique eso para los pueblos a los que se les va imponiendo al conquistarlos o a la humanidad misma (como en la actualidad).

La caricatura de filosofía y ciencia que hicieron de manera oficial “las revoluciones triunfantes” sirvió de caldo de cultivo “cultural” para que, una vez “derrotado el socialismo”, floreciera en los corazones de todos nosotros el “derrotismo”, el “miedo” a intentar hacer cualquier cosa que no fuera lo permitido por la “democracia” triunfante en todo el orbe. De las tinieblas de ésta, la luz que todos conocimos “oficial” y “públicamente” en 1994 con las siglas EZLN en México, ofrecida como espejo (moral) para que la esencia humana del hombre pudiera beber en su reflejo, amparado en la cobija de todos los humanos tendida en su Primera Declaración (los 11 puntos que, en menos de una década, ya eran letra muerta para sus declarantes), apenas titiló unos años y, contra la misma “esperanza renacida”, terminó como cada historia que es traicionada cuando se emprende una lucha “por la humanidad” y “contra el capitalismo”: las comunidades indígenas cargando el aborto de su autodefensa armada, el cerco militar y las provocaciones y agresiones de paramilitares a que han sido sometidas y la desmovilización a causa del aislamiento político que “don Durito” les regaló, pues nadie excepto él mismo se erigía como “ser de izquierda” lo suficientemente inmaculado con la excepción hecha a su “sociedad civil”.

Por eso tuvieron que conformarse con el refugio de “su autonomía” y entre las siglas EZLN y su “vocero oficial” (el Sub Marcos) media la traición hacia los propios indígenas, al menos hacia lo que dijeron ser en ese su decir “ser de izquierda”, contenida en esa su Primera Declaración. La caricatura de muerte que les ha regalado el marquismo (la política del Sub Marcos), deja a las comunidades indígenas (se ufana a cada rato en decir esa “otra campaña”) su “resistencia digna”, como si sólo apenas (y no desde hace muchísimos años) los indígenas se hubieran dedicado a defender y resistir los embates violentos de caciques, guardias blancas, matones, grupos de choque y todo el escorial empleado por la “democracia” contra ellos y cualquiera que se niegue a entrar bajo la autoridad de su cobijo (“más modernos”, lo que sucedió a los pueblos de la Europa del este cuando “entraron a la democracia” es una de las muchas demostraciones de esto).

Por lo anterior, a cada rato el recurso de “nombrar a sus muertos” es empleado por el marquismo, como moneda para seguir viviendo (por algo vive, como lo hacen los vividores, que siendo lo que son viven de decir “ser de izquierda”), pues es la única manera que tiene ya para erigirse en el “espejo” por antonomasia (¿alguien puede poner en tela de juicio la realidad de “sus muertos”, aunque ésta sea empleada para poder montar sobre sus tumbas el “certificado” de “ser de izquierda” por antonomasia?).

En este sentido, algo similar por ejemplo, guardando las debidas proporciones (porque el marquismo devino del ser guerrillero al marquismo del Sub Marcos, no zapatismo menos “neozapatismo”, y los integrantes del SME no), sucedió con la lucha de los electricistas del SME que, para molarla de acabar, fueron desmovilizados y asilados políticamente porque a su “dirigencia” (encabezada por Martín Esparza) lo único que al final le importaba era la “toma de nota”, ya que de ésta dependía hacer uso del patrimonio que representan las siglas SME, quedando en el olvido la lucha contra todo lo que implicó la “extinción de LyFC”.

En ambos casos, las posibilidades de hacer y organizar una lucha amplia y de mayor alcance que buscara transformar de manera radical las condiciones de injusticia existentes en el país, fueron abortadas. Con el EZLN, porque nadie excepto el marquismo era tan incólume como para “ser de izquierda” y luchar de manera conjunta con ellos, si no era de su “sociedad civil”. Con los electricistas del SME, porque dado el carácter de charros independientes de la dirigencia de los electricistas (lo cual no implicaba que, por esto, la justeza de su lucha contra el golpe de estado técnico dado para “extinguir LyFC” quedará anulada), el movimiento se fue desdibujando, hasta llegar al término en que lo único “verdaderamente importante” era conseguir (a como diera lugar) la “toma de nota” por parte de la dirigencia del SME, relegando a mero alegato jurídico el movimiento contra el golpe de estado que dejó a los electricistas y sus familias en la indefensión total.

En estas circunstancias, los indígenas y los electricistas pueden carecer de consciencia de lo que les han dado sus dirigentes no se cansan de (decir o no) “ser de izquierda”, creyendo que el curso de haber desdibujado sus luchas es algo “natural” de todo proceso del “ser de izquierda” (“es causa del reflujo de la lucha social”, diría alguien). Que tengan consciencia de esto tampoco cambiaría de inmediato los resultados, pero al menos tendrían enseñanza de lo que no se debe hacer: no es decir “ser de izquierda” lo que hace al hombre, en cuanto ser social, tomar consciencia de esto, sino el llevarlo a los hechos, asumirlo, tomarlo para sí, hacerlo suyo, adoptar, adaptar y desarrollar ese “ser de izquierda” de acuerdo con sus posibilidades y circunstancias materiales de vida, no bajar la guardia en ningún momento, no dejarse engatusar con las zanahorias empleadas por la “democracia” de los capitalistas (sea para que aparezcan sus “comunicados” en primera plana de un periódico, sea para que los “reflectores” de alguna farándula los adormezca, sea para que, al final, todo se reduzca al pleito por un hueso, sea éste de un patrimonio sindical -SME-, sea de vivir a costillas de “nuestros muertos” que les dan la “tarjeta de crédito” de profesionales “de la rebeldía de abajo y a la izquierda”, o sea baja cualquier otra de las muchas maneras en que el régimen de “democracia” de los capitalistas mediatiza, coopta, corrompe, compra, desmoraliza, desmotiva y “lleva agua a su molino”, que es como puede proseguir siendo lo que es).

Por eso, no es cierto lo que dice alguien como Raúl Zibechi, cuando afirma lo siguiente:

“El zapatismo, desde 1994, iluminó el continente y el mundo con un levantamiento que no busca la toma del poder, sino la construcción de un mundo nuevo y muestra la importancia de construir autonomía (comunales, municipales y regionales) desde abajo y, más recientemente, busca expandir hacia todo México una cultura política que consiste en escuchar, como punto de partida para hacer política no institucional y, siempre, desde abajo. Con las Juntas de Buen Gobierno, los zapatistas nos enseñan que es posible -por lo menos en escalas pequeñas- construir formas de poder no burocráticas, en base a la rotación de los representantes, alejados de las prácticas estatales.”

(“Dispersar el poder”, Raúl Zibechi, Ediciones Abya-Yala, Ecuador, 2007, p. 22)

Para empezar, porque desde su Primera Declaración (que fue, además, su declaración de guerra), los zapatistas fueron tan explícitos como lo siguiente:

“[…] después de haber intentado todo por poner en práctica la legalidad basada en nuestra Carta Magna, recurrimos a ella, nuestra Constitución, para aplicar el Artículo 39 Constitucional que a la letra dice:

“ ‘La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo el poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.’

“Por tanto, en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari.

“Conforme a esta Declaración de guerra pedimos a los otros Poderes de la Nación se aboquen a restaurar la legalidad y la estabilidad de la Nación deponiendo al dictador.”

(Declaración de la Selva Lacandona, HOY DECIMOS ¡BASTA!, Comandancia General del EZLN, Año de 1993, en: http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/1994/1993.htm)

Y si esto no significa buscar la toma del poder, quién sabe lo que significará entonces.

Más a nuestro favor porque, dado lo mismo, el EZLN cierra su Primer Declaración diciendo que:

“Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático.” (Ibídem)

El problema se fue complicando casi desde el inicio, porque en los primeros días de combate las movilizaciones, de lo que terminó siendo para el marquismo su “sociedad civil”, fue en contra de la guerra y no, en modo absoluto, haciendo caso al llamado que el mismo EZLN hacía, para integrarse a sus fuerzas insurgentes. Ellos decían que:

“PUEBLO DE MÉXICO: Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.” (Ibíd.)

Falta hacer el recuento real y crítico de lo sucedido, delimitando responsabilidades y las traiciones habidas, y cómo fue que la lucha del EZLN pasó de enarbolar los 11 puntos de su lucha contenidos en esa su Primera Declaración, a quedar reducidas, aisladas y desprotegidas las comunidades indígenas, por un lado, para refugiarse en “su autonomía” y, por el otro, la falaz y tramposa “historia” que el marquismo ha inventando de sí mismo y de “lo que sucedió” con el EZLN. Tan sólo 2 ejemplos sobre esto último.

La “historia oficial” del EZLN es una profunda mentira de lo que “ha sucedido” con ellos. El libro “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra” (elaborado por la periodista Gloria Muñoz Ramírez), consta de una reseña de información sobre lo que pasó con los zapatistas a partir de 1994, datos que cualquiera medianamente informado podría reunir, además de una serie de entrevista a zapatista que, se hicieron tales, después del levantamiento de 1994.

Es decir, para que quede claro, en esta “historia” se “fue recopilando fragmentos de la realidad de adentro y de afuera del zapatismo en estos, ahora, 10 años de vida pública del EZLN. […] algo estaba claro: Gloria proponía publicar el libro para que los jóvenes de ahora conocieran más sobre el zapatismo” -Introducción o Presentación (o las dos cosas), texto introductorio del Subcomandante Insurgente Marcos, octubre de 2003, al libro “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra” de Gloria Muñoz Ramírez, Rebeldía/Ediciones La Jornada, México, 2003).

Lo que cuenta, ahora, es “lo que sucedió” con el zapatismo a partir de 1994, autorizado, desde luego, por el “vocero oficial” del EZLN. Si hubo luchas por la toma de tierras y contra el despojo por parte de los caciques, la autodefensa armada contra las guardias blancas, y un largo etcétera que dio origen al EZLN, eso está demás (para eso están los libros que escriben teóricos e investigadores que dan cuenta de eso, lo que digan los indígenas de entonces es lo que menos importa). Si hay integrantes del EZLN que han estado “desde el inicio” de su lucha, eso también está demás.

Uno de los rasgos distintivo del EZLN, respecto de otras organizaciones político-militares conocidas en el país y otras partes de Latinoamérica, era que el mando militar estaba supeditado al mando político (el Comité Clandestino Revolucionario Indígena), situación que al parecer ya “está superada”. Dice el Sub en su texto que los que aprobaron la publicación del libro mencionado fue el Comité -“Fui con el comité y, sobre el suelo lodoso de septiembre, extendí el tapiz (o sea el borrador del libro). […] Le respondimos a Gloria que ‘adelante’.”, (Ibídem)-, sin embargo, decir esto como decirlo, ya es común del marquismo que a cada rato escupe para arriba. Y aquí entra el segundo ejemplo.

Es recurrente en el marquismo la descalificación de cualquiera que no sea lo suficientemente incólume en su “ser de izquierda”, como lo es su “sociedad civil”, tan sólo por haberse erigido un día en “espejo” para otros, aunque eso haya sido olvidado en los hechos. Y también es lugar común en la política del Sub Marcos y su marquismo decir, por ejemplo, “ojalá haya más empeño en entender y menos en juzgar” –Subcomandante Insurgente Marcos. TAL VEZ… (Carta Tercera a Don Luis Villoro en el intercambio sobre Ética y Política), julio-agosto del 2011-, cuando se han dedicado a juzgar (y no entender), por ejemplo, las diferentes luchas que han debido seguir sectores sociales, personas en lo individual y organizaciones políticas amparándose en la legalidad del membrete de algún partido político, la búsqueda de “algún espacio” en sindicatos, agrupaciones civiles, religiosas y muchas otras “legalidades” que deben emplearse para luchar, sin perder identidad propia de su “ser de izquierda”, sin chaquetazos de ningún tipo, sin traiciones ni bajar la guardia.

Por eso no es cierto que el marquismo (que no es el zapatismo, menos “neozapatismo”) busca expandir hacia todo México una cultura política que consiste en escuchar, como punto de partida para hacer política no institucional y, siempre, desde abajo” (Raúl Zibechi, op. cit.), porque el Sub Marcos y su marquismo de entrada descalifican a cualquier que no está de acuerdo con ellos (ver tan sólo la referencia que hace de alguien como Jaime Avilés en TAL VEZ, loc. cit., con el que se puede estar o no de acuerdo, pero eso es una cosa y otra, muy distinta, es lo que el marquismo hace al descalificarlo), que puede tener otras formas de lucha (incluso, “haciendo política institucional” sin por eso dejar de hacerlo “desde abajo”). Por eso lo contenido en su Primera Declaración ha quedado en el olvido y, en el peor caso, en la traición, puesto que si su llamado fue “por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.” (loc. cit.), eso implica, nos guste o no, no descartar ninguna forma de lucha ni, por tanto, ningún sector, grupo, persona u organización que decida participar en forma “decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por” etcétera, etcétera.

Con lo anterior, puede decírsenos que colocar las cosas de la vida de modo tan tajante como se han expuesto, son difícil de sostener. Al menos, si nos ubicamos en el terreno de las ambigüedades cotidianas en el que todo parece ser una cosa, aunque en realidad sea exactamente lo contrario, puesto que no puede ser de otro modo a condición de no perder su “halo de cotidianeidad”. Pero aún ahí las cosas resultan ser muy claras, sólo que siempre tratamos de negar las evidencias debido a que ponen en tela de juicio lo que somos y lo que defendemos al ser lo que somos.

La “democracia” existe imponiéndose y empujada por el capitalismo hacia todos los rincones que va conquistando en ese su devenir material, (su ser y estarse haciendo tal y como es), arrejuntándolos bajo sus mecanismos de control, explotación y expoliación, empleando los que le son útiles de los lugares a los que va consiguiendo esparcirse, creando otros nuevos, muy nuevos, con los cuales parece no tener una diferencia esa forma de vida (pues la “democracia” es, ante todo, una “forma de vida” del mismo “pueblo” al que se refiera) con los anhelos, deseos, ideales, sueños y aspiraciones que va creando, haciendo de cada uno la estirpe que irá recogiendo el legado propio de cada persona, como si fuera algo inherente a la individualidad y no, como terquean los hechos, el eslabón de una larga cadena de pérdida de la libertad y de hundimiento de la consciencia en las aguas negras del idiotismo (enajenación), necesario para que el “ejercicio cotidiano” de la “democracia” siga en pie, marchando al son de los tambores y clarines que marcan la ruta establecida por los dueños del capitalismo que son, sin lugar a duda, los únicos dueños de su “democracia” en la cual vivimos en la actualidad (por algo, dijeron alguienes desde el siglo XIX, en un Manifiesto, que el capitalismo va forjando un mundo a su imagen y semejanza). Es así como va ésta, “nuestra forma de vida” dentro de la “democracia” capitalista.

Es cierto que los dueños de la “democracia” en el capitalismo lo son por poseer, en los hechos, el poder de todo lo que pasa en esa su “democracia”. Desde el que mero sólo tiene poco (muy poco a veces) hasta el que concentra en sus manos “el destino de todos”, el poder -la capacidad de decidir qué se hace, cómo se hace, en qué momento se hace y para quién se hace lo que se deba hacer en esa su “democracia”- viene diseminado en múltiples formas, todas con arreglo a proseguir y reproducir los intereses de los que son los dueños del capitalismo, erigidos en dirigentes de la clase (y a veces las clases) que lleva las riendas en él y, a través de la “democracia”, de la totalidad de los hombres, “libres” e “iguales”, por lo que son “ciudadanos”.

Los espacios que “ofrecen” a sus enemigos en “concesión” para poder “establecer la democracia”, y los que le son arrebatados en esa dinámica de enfrentamiento material y cotidiano que tienen entre sí las clases sociales, existen y pueden perdurar mientras los capitalistas no logren por completo poner las cosas a su favor, puesto que atentar en realidad contra el conjunto del régimen capitalista es “ponerse la soga al cuello”, al querer estar “por fuera”, “al margen” de la “democracia”, sobre todo al ponerse en contra e insubordinarse al poder de ésta. El “mal ejemplo” que esto último representa para la “democracia” de los capitalistas es lo que viene a ser peligroso, puesto que cualquier intento de salirse del guacal de su dominio puede cundir y extenderse, en y hacia tantos lugares donde germine la semilla de buscar acabar con ese su régimen de producción.

Por otro lado, el rejuego dado en los muchos escenarios en que se muestra el poder de la clase de los capitalistas en esa su “democracia”, es un estira y afloja por cooptar y mediatizar, por neutralizar y dar cabida a los sectores y clases sociales con los cuales puede compartir ese poder, dado el caso, a los que les puede hacer concesiones parciales y temporalmente de “apertura democrática”, siempre que no pongan en riesgo la totalidad del régimen “democrático” de los capitalistas.

La “democracia” de estos no perdona, jamás olvida y nunca deja cabo suelto ni títere con cabeza que, más adelante, en circunstancias no favorables para los capitalistas, pueda levantarse contra estos. Por eso, se quiera o no, sea de nuestro agrado o no, en el enfrentamiento cotidiano entre las clases sociales tomar consciencia de este hecho es vital e imprescindible, pues en este terreno mundano donde la lucha de intereses contrarios es inevitable, hacerle a las “buenas voluntades” es caldo de cultivo para reforzar al enemigo. Bajar la guardia no es una opción para la “democracia” de los capitalistas, si de lo que se trata es hacer que perduren sus generaciones y sigan dominando al total de la sociedad.

Pueden tener plena consciencia de esta necesidad o carecer en lo absoluto de ella, pero lo que deben hacer para seguir siendo los capitalistas que son, es defender el terreno conquistado por su “democracia”, en todos los momentos y empleando todos las armas con que cuenten para esto. En este sentido, el uso de la violencia no es un asunto de que se opte o se rechace sin tomar en cuenta las condiciones materiales en que se encuentran los enfrentamientos entre las clases sociales, sino una necesaria forma en que los capitalistas imponen su “democracia” y, en contrario, de oponerse a ésta, ya que aquéllos defenderán su existencia y reproducción cotidiana del mismo modo que los que se les oponen buscarán acabar con esa “democracia”.

Decir “ser de izquierda”, por tanto, implica no cerrar ninguna opción de lucha para destruir al capitalismo y poder, ahora sí, construir una “democracia” que, en esencia, tienda a ser democracia, sin el entrecomillado.

De lo que se trata al decir “ser de izquierda” es de entrar, ser parte y no “hacerse a un lado” (al estilo del Sub Marcos y su marquismo) de lo que suele llamarse el “escenario de la lucha de clases”, que en realidad son muchos escenarios, tomando conocimiento (consciencia) tanto del papel que se juega a cada momento, las perspectivas que se van abriendo, los participantes principales y secundarios, las formas de organización, movimiento, movilización y consciencia, como de los poderes que dan o van dando identidad, fuerza, posicionamiento a las clases, grupos y sectores sociales que van siendo parte del proceso que, por lo común, se llama lucha política, pero que en esencia es una forma de vida que decide hacerse enemiga de la “democracia” de los capitalistas, por cuanto que tiene por objetivo la destrucción de este régimen de la producción social basado en la explotación del hombre por el hombre mismo.

A partir de lo anterior tiene mucho sentido lo que algunos dicen al plantearse que:

“Hay una pregunta metodológica fértil para entender el fenómeno social, según nuestra experiencia de vida, de difusión y de academia: interrogarse siempre y con profundidad acerca de ‘cómo ha quedado constituido el momento actual’, indagar a partir de qué contradicciones sociales, de qué confrontaciones, fuerzas, límites y posibilidades estamos hablando en este instante al que denominamos presente. Hacer el ejercicio de respuesta a tal interrogante habilita a quien reflexiona no solamente una mirada histórica, sino que le exige ver las tendencias en pugna que se sintetizan en eventos puntuales de lucha, de quiebre, de luto o de gozo. Por eso mismo, le permiten entender las potencias y los peligros que se cristalizan en un momento dado, no como un cierre o una clausura, sino como un reto, no para identificar, clasificar y fijar lo existente, sino para indagar en el porvenir, para permitir que el futuro también entre a alumbrar el hoy. Para entender la historia como insistente y terco desafío”.

(Raquel Gutiérrez Aguilar/Luis A. Gómez, Prólogo al libro de Raúl Zibechi, op. cit., pp. 10-11)

Sin embargo, esto no implica, necesariamente, obviar lo que es obvio (válganos la expresión), en cuento que ya lo es por ser el resultado de aplicar el conocimiento científico al estudio de las condiciones materiales de vida de la sociedad, y que sirve para darle sustento y sustrato al “ser de izquierda” (para que este ser no sea la ocurrencia o el “estado de ánimo” de alguien, por muy “abajo y a la izquierda” que se encuentre o se quiera situar). Tampoco se trata, digo, de concebir a lo que ha dado en sí el conocimiento científico como una “tabula rasa”, como letra o conocimiento sagrado y de “aplicación universal y para todos los casos”, puesto que en la “realidad cotidiana” las injusticias, el saqueo, del despojo, la ausencia y pérdida de derechos y conquistas sociales y de la libertad misma, el empobrecimiento de la gente tiene muchas maneras de ser aplicado por la “democracia” de los capitalistas, creando muchas realidades que, de todas maneras, “entran” a la dinámica de la “democracia” (de una forma directa o indirecta) por la fuerza de su imposición.

En este sentido, como dijera alguien (e hiciera para las circunstancias particulares que le tocó vivir), de lo que se trata es de hacer el análisis concreto de la situación concreta, sólo que, se agregaría, a partir del conocimiento científico ya desarrollado (el socialismo es ciencia, también así lo dijo, y como tal debe ser tratado). Puesto que la visión romántica e idealizada (exagerada o ninguneadora de lo que en los hechos está pasando) nomás nos llevará hacia ser “hombres de buena fe”, pero no a tener convicción segura de ese “ser de izquierda”, debemos deducir las conclusiones y enseñanzas que haya que extraer de ese “ser de izquierda” en los hechos (nos gusten o no), en la cotidianidad de la que somos parte actuante y, desde luego, a la que se enfrenta la humanidad en las circunstancias por las que ha pasado y se encuentra, en ese su largo proceso por no dejarse hacer basura al deshumanizarse cada vez más por el progreso de la “democracia” de los capitalistas.

Puesto que la “democracia” de los capitalistas se ha extendido cada vez más en los últimos años, es obvio que su contra parte material (la clase obrera) tiene con mayor razón una necesidad de “ser de izquierda”, esto es, de tomar consciencia plena de lo que implica su existencia como clase social en tanto que desposeída de toda propiedad respecto de sus condiciones de trabajo. El devenir material de la “democracia” de los capitalistas se ha dado cuenta de lo que implica que esa clase antagónica (y enemiga por antonomasia, se den cuenta o no de ello los obreros) tome para sí el “ser de izquierda” (otra cosa, y otra discusión aparte, son que “los resultados” de las “revoluciones triunfantes” no sean ni hayan sido el que nuestro agrado deseara, pues para construir algo distinto al régimen capitalista, a nivel grandote de un pueblo, sociedad o país o a nivel pequeñito de una comunidad, barrio, colonia u organización, no hay recetas ni manuales de “universal aplicación”, no se venden en las oficinas de algún partido o movimiento que hace “política no institucional” o “sí institucional”, ni en la cafetería de alguna organización por muy “abajo y a la izquierda” que ésta se encuentre o diga situarse).

De tal manera que esa “democracia” ha creado en ese su devenir material muchas formas políticas e ideológicas para legalizar su existencia y legitimar su permanencia, sobre todo al “abortarse” las “revoluciones triunfantes”. Al ser una “forma de vida”, por tanto, que de manera continua, cotidiana y utilizando todos los medios posibles establecidos más los que va inventando, el régimen de producción basado en el desarrollo y reproducción de la explotación capitalista, la “democracia” no es más que la “economía” de los capitalistas puesta en otros términos de “la vida de todos los días”. Por eso, los llamados “saldos de la democracia” no depende de las “buenas”, “malas” o “mediocres” voluntades de los “agentes involucrados”, sino de las necesidades a que van dando rienda suelta los capitalistas para nunca dejar de ser lo que son, (como dijera alguien al conocer científicamente El Capital) en tanto que personificaciones de específicas categorías económicas, personas con determinadas intereses económicos y relaciones de clase concretas.

Lo que “florece” como proceso del devenir material de la “democracia” de los capitalista, sobre todo, desde “Esa segunda mitad del siglo XIX, la era de la gran expansión colonial europea en Asia, África y Medio Oriente, de la conquista del Oeste en Estados Unidos y de la penetración del capitalismo moderno en los países de América Latina; la era cruel de los ejércitos coloniales (externos e internos); de las matanzas de los pueblos indígenas; de la expansión de las redes ferroviarias llevando los soldados, las mercancías y el mercado capitalista; y del cercamiento y la expropiación por la violencia de los territorios comunitarios de las antiguas y vastas tierras de economía natural, trajo consigo decenas y decenas de millones de muertos por las armas y por el hambre e incalculables desastres ecológicos y naturales.”

(“El siglo del relámpago. Siete ensayos sobre el siglo XX”, Adolfo Gilly, co-edición La Jornada/Editorial Itaca, México, 2002, pp. 28-29)

De tal manera que los “saldos de la democracia” no han sido sino el resultado de “la implacable lucha mundial del capital contra la economía natural (comunidades campesinas, señoríos, lazos de dependencia personal, espacios sociales no capitalistas), contra la economía mercantil simple (artesanos y productores independientes) y entre los diversos capitales. Violencia militar colonial, presión crediticia y tributaria y mercancías baratas fueron armas en esa lucha sin cuartel en las colonias y en las regiones de Europa donde aún subsistían espacios de economía natural. El capital necesitaba acelerar, para su propia valorización y reproducción, la ‘liberación’ de las riquezas naturales y de la fuerza de trabajo retenidas en esos espacios estancos e ‘impedidas’ así de incorporarse al ciclo de valorización. Como en el proceso plurisecular de los enclosures, el despojo por la violencia actual o potencial fue -y sigue siendo- el instrumento preferido” (Adolfo Gilly, op. cit., pp. 26-27).

Y es así, entonces, que los “saldos” más recientes, derivados de la competencia del “mercado” para imponer su “democracia” en todos los lugares habidos y por haber, tomó un “giro inusitado” con la “entrada de la democracia” a los países no capitalistas de Europa del este:

“En el meollo de la crisis en Occidente están los mercados de deuda pública, en los que diariamente se hacen transacciones por miles y miles de millones de dólares en bonos gubernamentales y certificados de tesorería. La acumulación de deuda pública de grandes proporciones ha dado ‘un punto de apoyo político’ a los intereses financieros y banqueros así como el poder para dictar políticas económicas y sociales a los gobiernos. Las instituciones crediticias ejercen una ‘vigilancia en la Unión Europea y en Norteamérica’ (sin la intervención formal del FMI ni del Banco Mundial). Desde los noventas, las reformas macro económicas adoptadas en los países desarrollados contienen muchos de los ingredientes esenciales de los ‘programas de ajuste estructural’ aplicados en el tercer mundo y Europa oriental. Cada vez más se espera que los ministros de finanzas rindan cuentas a las grandes instituciones de inversión y a los bancos comerciales. Se imponen objetivos para los déficit presupuestales. El estado benefactor está destinado a desaparecer”

(“Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial”, Michel Chossudovsky, UNAM-Siglo XXI Editores, México, 2003, pp. 319-320)

En otras palabras:

“Se produjeron transferencias masivas de fondos desde los países de la Periferia hacia los países más industrializados, principalmente por medio de pagos de la deuda externa. A mediados de la década de los ochenta, la transferencia neta sobre la deuda pasó de positiva a negativa, ya que los gobiernos de los países en desarrollo (PED) debieron desembolsar, cada año, una cantidad mayor que la que recibían como nuevos préstamos de parte de los acreedores, sin conseguir, sin embargo, acabar con la deuda. Por el contrario, el stock de la deuda continuó creciendo.

“[…] entre 1985 y 2008, excepto los años 1993 y 1998, la transferencia neta fue negativa: una vez hechas las cuentas, los gobiernos de los PED reembolsaron mucho más de lo que recibieron en nuevos préstamos y sin embargo no lograron disminuir su deuda por el contrario.”

(“La crisis global”, Eric Toussaint, Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo, España, 2010, pp. 34-35 y 36)

Este “saldo”, cargado a las espaldas de los trabajadores, representó un saqueo, entre 1985 y 2008, por un monto total de 774 mil millones de dólares, algo así como casi 8 veces el gasto realizado en el “Plan Marshall” (100 mil millones de dólares), empleado para reconstruir la Europa capitalista (y no la que, después, se conoció como no capitalista) luego de terminar la llamada “segunda guerra mundial”. Dicho saqueo no acaba, sin embargo, con el endeudamiento, pues la transferencia neta sobre la deuda externa pública a largo plazo (en 2008) sigue siendo negativa (diferencia entre los préstamos recibidos y los reembolsos totales), alcanzando los 27 mil 600 millones de dólares.

Los depósitos de los ricos de los países en desarrollo en los bancos del Norte

Región

Deuda externa pública en el 2008

(en miles de millones de dólares)

Depósito de los ricos de los PED en los bancos del Norte en el 2007

(en miles de millones de dólares)

Latinoamérica y Caribe

420

490

Oriente Medio y África del norte

100

360

África subsahariana

130

230

Asia del sur

200

190

Asia del este y Pacífico

260

450

PECOT y Asia central

320

660

Total

1,430

2,380

Fuente: Tomado de Eric Toussaint, op. cit. p. 172

PED: Países en desarrollo

PECOT: Europa Central y Oriental, más Turquía

Deuda en el Norte en el 2008

Rubro

En miles de millones de dólares

Deuda pública de los países ricos

35,000

Deuda pública de Estados Unidos

11,660

Deuda pública de Japón

8,200

Deuda pública de la zona euro

9,100

Deuda pública del Reino Unido

1,230

Deudas totales en Estados Unidos

52,500

Deuda externa pública de los PED

1,430

Fuente: Tomado de Eric Toussaint, op. cit. p. 170

PED: Países en desarrollo

Pero esto es, apenas, una parte.

“El aumento de la deuda pública y de las sumas a devolver afecta también a los países más industrializados, lo que en el Norte significa una transferencia masiva de ingresos de los asalariados en beneficio de los capitalistas. En efecto, los gobiernos reembolsan las deudas contraídas con los bancos privados y otros inversores institucionales (compañías de seguros, fondos de pensiones, mutual funds) con una parte cada vez más importante de los impuestos, que, principalmente, son pagados por los asalariados. Desde los años ochenta hasta la actualidad, los gobiernos neoliberales o socioliberales van reduciendo constantemente los impuestos pagados por los capitalistas -lo que produce el aumento de la parte de los impuestos provenientes de los trabajadores- en el total de ingresos fiscales que se destinan al pago de la deuda.

“En los países más industrializados (pero también es cierto para los países del Sur), la patronal multiplica las agresiones contra los asalariados con el fin de aumentar substancialmente sus beneficios, y con el apoyo de los gobiernos consigue alcanzar su objetivo. […] La tasa de beneficio, que había sufrido una tendencia a la baja en el curso de los años 1960 y 1970, comienza a aumentar de nuevo, de forma estable, a partir de 1981-1982.

“Por otro lado, la parte de los salarios en el producto interno bruto también sufrió una caída acentuada a partir de 1981-1982 (la tendencia a la baja, que había comenzado en Europa con la gran recesión de 1974-1975, se profundizó a partir de 1981)

“En forma inversa, la parte de los ingresos que se embolsa el capital aumenta.” (Ibídem p. 37)

De manera ilustrativa se puede decir lo siguiente:

“Si se suma Japón y algunos otros países industrializados a EEUU y la UE, se obtiene, aproximadamente, el mismo tipo de evolución. La proporción de la masa salarial en el PBI comienza a bajar a partir de 1974-1975. El descenso se acentúa francamente a partir de 1982.

“[…] la parte del ingreso nacional de Estados Unidos que corresponde al 10% más rico de población creció de manera impresionante. El crecimiento es particularmente fuerte a partir del comienzo de los años ochenta. Mientras que el 10% más rico acaparaba el 35% del ingreso nacional en 1982, su parte aumenta en forma espectacular y alcanza el 50% 25 años más tarde, reproduciéndose así la situación que precedió al crash de la Bolsa de Wall Street de 1929.” (Ibíd p. 39)

Los “saldos de la democracia” de los capitalistas tienen, por tanto, muchas manera de expresarse, “según el lado por el que se le mire”, pero ninguno apunta, sobre todo, a satisfacer las necesidades humanas, como no sean aquéllas que sirvan para reproducir la “democracia” de los capitalistas, acrecentando la acumulación de capital y garantizando su reproducción. Por eso se satisfacen, porque de esta manera la “democracia” va aumentando y extendiéndose, reproduciendo lo que es en la “forma de vida” cotidiana de todos, más no porque exista en sí para satisfacerlas o “tenga por objetivo” hacerlo así nomás, como si el hombre y lo que implica su ser social en cuanto especie esté dentro o sea parte de su “agenda”.

Población y riqueza en el mundo

Rubro

Tercer Mundo

PECOT y Asia Central

Países ricos

Mundo

Población en 2006

77%

7%

16%

6,500 millones de habitantes

PBI en el 2006

19%

5%

76%

48.46 billones de dólares

PBI por habitante (dólares)

1,520

2,700

28,600

5,800

Fuente: Tomado de Eric Toussaint, op. cit. p. 154

PECOT: Europa Central y Oriental, más Turquía

"De todos modos, hoy día, tras el derrumbe generalizado de todas las esperanzas keynesianas que tanto confiaron en extender lo que en realidad no fue sino una excepción, el famoso 'Estado del bienestar', y tras décadas de hacer circular al Tercer Mundo por las vías del desarrollo, en una economía, como suele decirse, 'globalizada', sería cosa de volver a sacar las cuentas. Nunca como hoy han estado de forma general, a nivel mundial, tan deterioradas las condiciones de la jornada laboral. Incluso en el Primer Mundo, el trabajo basura, el contrato basura, la flexibilidad del mercado de trabajo han convertido en utópica la jornada laboral de 40 horas. En una especie de radical revolución de los ricos contra los pobres, se ha pretendido instituir a nivel europeo la jornada laboral de 65 horas. Mientras tanto, el Tercer Mundo parece que más bien se ha desarrollado al revés, evolucionando hacia un 'mundo basura' inimaginable en la época en la que Schumpeter escribía. Empezando por la ONU, pasando por el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional y terminando por Cáritas y Manos Unidas, se ha tenido que dar la razón a Marx en su tesis sobre la polarización de las clases sociales: en 1870, por ejemplo, la Renta Interior Bruta (RIB) per cápita media de los diez países más ricos era 6 veces superior a la RIB per cápita media de los diez países más pobres. En 2002 esa ratio era de 42 a 1. En la actualidad, el 5 por 100 más rico de los individuos del mundo percibe alrededor de un tercio de la renta mundial, y el 10 por 100 de los individuos la mitad. Por su lado, el 5 y 10 por 100 más pobres percibe, respectivamente, el 0,2 y el 0,7 por 100 de la renta mundial total. Las personas más ricas ganan en 48 horas tanto como las más pobres en un año. Y, según informa la ONU, la desigualdad sigue creciendo. Por ejemplo, en 2007, el ejecutivo promedio de las 15 mayores empresas de EEUU ganaba un sueldo 500 veces superior al empleado promedio, mientras que en 2003 el salario era ‘sólo’ 300 veces más alto. Las consecuencias de esta desigualdad son espeluznantes: la esperanza de vida al nacer es de 78,3 años en los países de la OCDE y de 54,5 años en lo que llaman 'países menos desarrollados'. En África subsahariana 1 de cada 7 niños muere antes de cumplir los 5 años (dato de 2007). Conviene señalar, además, que la creciente pobreza extrema (que ha pasado del 16 por 100 al 17 por 100 de la población mundial en sólo dos años, de 2006 a 2008) no es que se concentre en la población trabajadora (lo cual era de esperar), sino que se concentra en la población trabajadora con empleo (lo que indica que el logro de un empleo protege cada vez menos contra la pobreza): según la OIT, en 2008, el 64 por 100 de la población ocupada en África subsahariana sufría la pobreza extrema; el promedio es de 28 por 100 para el conjunto de países 'en desarrollo', y también muy elevado, del 10 por 100, en los desarrollados. Para el caso de España, informes como los realizados por Cáritas ponen de manifiesto que la pobreza afecta a una quinta parte de los hogares españoles y la exclusión social a más de un 17 por 100."

("El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx", Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, Ediciones Akal, España, 2010, pp. 58-60; los datos referido provienen de distintas fuentes indicadas en el propio libro)

Por eso, aunque parezca obvio y trillado, nada puede esperarse de esa su “democracia” de los capitalistas. Nada, al menos, para la humanidad como tal (como especie) no. Resultado de lo que es esa “democracia” algunos indican un fenómeno de un tiempo acá, sin embargo lógico desde la perspectiva de lo que es llevar a cabo los negocios de la “democracia” de los capitalistas.

“Los años ochenta del siglo pasado estuvieron marcados por un cambio en las relaciones de fuerza, tanto entre los países industrializados y los de la Periferia como entre los capitalistas y los asalariados.

“La gran transformación de los años ochenta se manifiesta también por la distancia creciente que separa la tasa de beneficio (que aumenta) de la tasa de acumulación (que baja). Expresada de forma simple: desde 1980, una proporción creciente de los beneficios no se invierte en la producción sino que es absorbida por los capitalistas o es desviada hacia la esfera financiera de acuerdo con un comportamiento rentista.

“En resumen, la gran transformación que comenzó en los años ochenta, continuación de la gran ofensiva lanzada por el capital contra el trabajo, suponía un crecimiento económico cuyos resultados estaban repartidos de manera cada vez más desigual. El crecimiento estaba apoyado en una acumulación de deudas en el marco de una financiarización creciente de la economía. Más tarde o más temprano, este modelo de acumulación debía entrar en crisis cuando el eslabón más débil de la cadena cediera (el mercado de las subprime). Y eso sucedió a mediados del 2007” (Eric Toussaint, op. cit., pp. 34, 39-40 y 42-43)

La basura (deshumanización) que hace del hombre la “democracia” de los capitalistas, está endiosada como muestra del “triunfo” que tuvo al “fracasar el socialismo”. Y es, debido a esta razón, por lo que debemos no bajar la guardia para seguir insistiendo en lo que ha sido el decir “ser de izquierda”, lo que es y lo que se espera que sea, teniendo como cobija “este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.” (loc. cit.), como dirían los (al parecer, finados políticamente) zapatista originales, sin descartar todas las formas posibles de lucha ni detenerse a perder el tiempo, considerando “no mancharnos la imagen” porque alguien no está lo suficientemente “abajo y a la izquierda”, cuando de lo que se trata, desde luego, es de ser lo más consecuentes posibles con eso que significa acabar con el régimen de producción social basado en la explotación de los obreros por parte de los capitalista, pues dentro de la “democracia” de estos últimos no existe esperanza alguna para que realmente florezca libre la capacidad del hombre, como ser social que es su esencia.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Cosas de la vida (1)

La democracia no existe. En ningún lugar del mundo ha existido y es, al menos, muy discutible las condiciones en que en alguna parte pueda llegar a existir. Esto no depende sólo de voluntad de los quisieran que existiera en realidad, sino de las condiciones materiales en que se basa la “democracia” y en las que se debería basar.


La democracia, (si nos atenemos a su significado semántico, el gobierno del pueblo), es imposible que exista o que haya existido habiendo por siglos la división existente en la sociedad entre intereses materiales contrarios. Ni en la llamada Grecia Antigua la “democracia” dejó de representar el gobierno del “pueblo” de entonces (hombres libres, menos los esclavos), que sólo incluía a los tenidos por “ciudadanos”.


En el capitalismo la “democracia”, se supone, amplia “el campo de inclusión” al meter dentro del “pueblo” a una serie de clases y extractos de clase sociales (incluso, contrarias a ella) de los cuales la burguesía se erige como “su representante”. Con ésta al frente de la “democracia”, el “ser ciudadano” adquiere un nuevo contenido al “borrar” la división existente en la sociedad capitalista entre intereses materiales antagónicos. Y es, de esta manera, como todos los aparatos de control, represión, dominio, legitimación, reproducción e imposición del capitalismo contra todo y contra todos (incluso, a veces, contra algunos sectores o extractos de la propia clase de los burgueses que, de momento, estorban a los intereses del conjunto del régimen), vienen a ser puestos en marcha en la totalidad de los ámbitos de la vida material (sobre todo, los que se refieren al idiotismo, la enajenación en debe mantenerse a la gente para ser maneja de acuerdo con los propios intereses del régimen capitalista).


El Estado y el “estado de derecho”, por tanto, son tan indispensables en una “democracia” como la capitalista, como lo son todos los mecanismos, instituciones y aparatos que los constituyen y que les sirven a los dueños del capitalismo para perpetuarse todo lo más posible, y a su régimen de producción.


Una de las muchas falacias, mitos e ideas maniqueas con las cuales se reproduce la “democracia” del capitalismo, es aquélla que asocia a “las elecciones” como sinónimo de la “democracia”. ¿Quién elige, a quién elige y qué es, en realidad, lo que se elige dentro del capitalismo?


Si la sociedad es capitalista está, por ende, controlada por los dueños de ese régimen de la producción. Las más peregrinas ideas al respecto hablan de los intereses de esos dueños como si se tratara de los intereses del conjunto de la sociedad, a las cuales (las ideas, me refiero), dada la vulgaridad o refinamiento que tienen, sólo debería dárseles el lugar que les corresponde en tanto que falsificaciones de una base material que tiene al control y al dominio para la reproducción del capitalismo, como objetivo no declarado so pena de desnudarse, evidenciando así para lo que sirven.


Hombres “libres” e “iguales” (primero, como productores directos “con iguales derechos en el mercado” y, después, al separar de manera formal y luego real, la propiedad tenida por el productor directo respecto de sus condiciones de producción, con lo que, ahora sí, además de “iguales” son “libres” para elegir en el mercado), jerárquicamente organizados en el mercado (en el caso de la “democracia”, “el electoral”) para participar en “la elección de su preferencia”.


Como el control y dominio de la totalidad del régimen está en manos de sus dueños (que por este acto vienen a convertirse siempre y en todo lugar, según la jerarquía de la organización política de su sociedad, o sea, de la sociedad capitalista, en una oligarquía real que en los hechos pone en funcionamiento la “democracia”), sólo lo que a los intereses de ellos conviene es lo que pueden poner a “elección” del conjunto de los “ciudadanos”. Cualquier intento por salirse de este guacal de sus intereses para preservar y reproducir la “democracia”, será aniquilado sin parar mientes en “la forma”, salvo en el excepcional caso de que, determinadas circunstancias existentes en la lucha de clases, le hagan servirse de un camuflaje especial e “inventar” “nuevas formas” de la “democracia”, sin soltar, por ello, el poder de sus manos.


Es por eso lógico y un hecho demostrado en la historia que:


“[…] durante todo el siglo XX, se abortaron sangrientamente todos y cada uno de los intentos de hacer compatible el socialismo con la democracia. Cada vez que las izquierdas ganaron las elecciones y pretendieron seguir siendo de izquierdas, un golpe de Estado dio al traste con el acta constitucional (España, 1936; Guatemala, 1954; Indonesia, 1965; Chile, 1973; Haití, 1991; y un largo etcétera). Es lo que yo llamé ‘la pedagogía del millón de muertos’: cada cuarenta años, más o menos, se mata a casi todo el mundo y luego se deja votar a los supervivientes. Esto es lo que normalmente se conoce como ‘democracia’.


“Así pues, al comunismo no le quedó nunca otra vía que la revolución armada. Pero no porque fuera incompatible con la democracia o el parlamentarismo, sino porque, por la fuerza de las armas, se impidió hacer cualquier intento de lo que fuera […]


“[…] porque lo que no se podía permitir es que se hiciera visible que el socialismo era compatible con el Estado de derecho.”


(Prólogo de Santiago Alba Rico al libro “El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx”, de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, Akal, España, 2010, p. 15)


Luego entonces, ¿cómo alguien que dice “ser de izquierda” puede afirmar que la entrada del capitalismo a los países no capitalistas del llamado “bloque soviético”, es sinónimo de la entrada de la democracia a esos países?


La “democracia” irrumpió en esos países con distintos tonos, pero bajo el “mismo esquema”, a saber:


“Coincidiendo con el final de la guerra fría, en el apogeo de la crisis económica, recorrí varias ciudades y zonas rurales de Rusia. Las reformas patrocinadas por el FMI habían entrado en una nueva fase, extendiendo su influencia fatal a los países del antiguo bloque soviético. A partir de 1992, extensas zonas de la antigua Unión Soviética, desde los estados del Báltico hasta Siberia oriental, fueron lanzados a una profunda pobreza.


“[…] la desintegración económica de Yugoslavia […]. Se había puesto en marcha un ‘programa de quiebras’ maquinado por los economistas del Banco Mundial: en 1989-1990 se hicieron desaparecer cerca de 1,100 empresas industriales y se despidió a más de 614 mil obreros de la industria. Y eso era sólo el inicio de una fractura económica mucha más profunda de la federación yugoslava…


“[…]


“En la antigua Unión Soviética, y como resultado de la ‘medicina económica’ administrada por el FMI a partir de 1992, el deterioro económico ha rebasado la caída de la producción ocurrida en el apogeo de la segunda guerra mundial, tras la ocupación alemana de Bielorrusia y partes de Ucrania, en 1941, y el bombardeo intenso de la infraestructura industrial soviética. De una situación de pleno empleo y relativa estabilidad de precios durante los setenta y los ochenta, la inflación se ha disparado, las ganancias reales y el empleo de han desplomado y los programas de salud se han esfumado. En cambio, el cólera y la tuberculosis se han extendido a velocidad alarmante a lo largo de una amplia zona de la ex Unión Soviética.


“Este panorama se repite en Europa oriental y los Balcanes, donde las economías nacionales han caído una tras otra. En los países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) y en las repúblicas caucásicas de Armenia y Azerbaiyán el producto industrial bajó en un 65%. En Bulgaria, en 1997, las jubilaciones se redujeron a dos dólares al mes. El Banco Mundial admitió que el 90% de los búlgaros viven por debajo de la línea de pobreza definida por él mismo: cuatro dólares al día. Como no pueden pagar electricidad, agua ni transportes, numerosos grupos de Europa oriental y los Balcanes han quedado brutalmente marginados de la edad moderna.”


(Michel Chossudovsky, “Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial”, UNAM-Siglo XXI Editores, México, 2003, pp. 3 y 7-8)


Decir “ser de izquierda” como decir que la democracia entró en esos países de la mano del capitalismo, es hablar por hablar, en el menos peor de los casos. A menos de que consideremos indispensable para “conocer” el no querer ver un poquito más allá de nuestras narices ignorantes (tan aplaudidas por eso por los burgueses y sus sicarios), tanto como para que, de esta manera, podamos decirnos “ser de izquierda”, sin detenernos a pensar un poquitito de lo que estamos hablando ni lo que esto trae como consecuencia. Hablar por hablar lo único que demuestra, si acaso, es que tenemos un órgano que nos sirve para eso, aunque en lugar de palabras puras tonterías salgan a colación, pues, al menos hasta el momento, no se ha descubierto que se piense mediante el uso de la boca, la lengua ni, siquiera, de las cuerdas bucales, por muy potente voz que salga de nuestro ronco pecho.