jueves, 8 de enero de 2009

Discusión sobre nuestros orígenes

La lucha de los muertos-de-hambre contra el capitalismo ha creado varios mitos que es necesario ir destruyendo. No sólo se trata de un propósito creado, alimentado y empleado por los apologistas del capitalismo para perpetuar su sociedad actual, como parte de administrar la reproducción de los mecanismos de su dominación, sino de una falsa concepción de lo que es la lucha de los muertos-de-hambre construida a medida que han buscado su emancipación, inventando una teoría a partir de su práctica, indagando los mecanismo para destruir una sociedad que por su historia se encuentra determinada por la propiedad privada sobre los medios de producción.
Abordar un tema con estas dimensiones que no se convierta en una vana pretensión, construida con vagas divagaciones de poco uso para una práctica concreta, me parece que lo más prudente es ir recorriendo un camino con pasos que dejen en claro, mediante la discusión, cada uno de los puntos necesarios e indispensables que implican este ajuste de cuentas. Es así como entiendo la propuesta que varios compañeros han expresado. Por ello, a mi modo de ver, debe empezarse por lo que es el principio, válgase la redundancia.
Discusión 1: La llamada teoría de los factores
La simplificación de lo que pasa en el mundo humano real en una concepción integral no fue pensada como un hecho contemplativo, ni dedicada para su estudio en las universidades. Fue creada como una herramienta para ser empleada por los muertos-de-hambre en la transformación de sus condiciones materiales y sociales de existencia. Pero esta simplificación sólo era posible a partir de un proceso mental de abstracción que permitió crear una serie de categorías “con independencia” de su movimiento real. No fue un buen o mal propósito lo que permitió esta teorización de una necesidad, sino la necesidad misma existente en el mundo material de los seres humanos lo que posibilitó la creación en un pensamiento real, vivo. Marx, Engels y Lenin, para mencionar sólo a los que una tradición histórica considera como clásicos del marxismo-leninismo, no eran magos que se sacaran de debajo de la manga una teoría tras otra. Cada uno se puso a conocer la realidad real, válgase la expresión, sobre la base de una práctica concreta. No buscaron explicar el mundo que les tocó vivir para elogio propio, sino para transformarlo. Por eso no fue gratuito que llegaran a la conclusión trascendental de que así como es el ser humano (práctica) es así como piensa (consciencia).
De un modo esquemático, esta simplificación producto de la abstracción arroja como conclusión básica un factor económico (estructura económica) como el determinante de última instancia (determinismo) del factor histórico-social (estructura histórica de la sociedad). Pero esta premisa esencial al ser vulgarizada (empleada de modo simple para el fácil y rápido entendimiento de un pueblo plagado de muertos-de-hambre analfabetos, como lo era la Rusia de inicios del siglo XX) se convirtió en una distorsión tan grande, que puso en tela de juicio los propios alcances que encierran su uso y la metodología intrínseca que conlleva. Era una necesidad real educar en política a un pueblo de millones inmerso en una guerra civil y tratando, contra todo pronóstico desfavorable y en medio de intereses de clase enfrentados, de edificar una nueva sociedad, luego de que con la revolución bolchevique tomaran el poder en 1917. Que esta vulgarización haya dado como resultado un esquema lógico del pensamiento como si fuera así la historia de la humanidad, sustituyendo el devenir de ésta por una sucesión de modo de producción (comunismo primitivo-esclavismo-feudalismo-capitalismo-comunismo, y por accidente involuntario los modos de producción asiáticos-despóticos tributarios), debe asumirse como una falla de la lucha de los muertos-de-hambre. Aunque la propaganda imperialista diga sobre esto que se trata de uno de los hechos atribuibles al “totalitarismo estalinista”, lo real es que existía una necesidad de educación política de un pueblo constituido por millones de muertos-de-hambre (obreros, campesinos, soldados rasos, entre otros) que tenían el poder en sus manos.
Entonces, este factor económico, que tiene como su elemento más dinámico y determinante a las fuerzas productivas (sociales) del trabajo, es el causante, en ultísima instancia, de lo que pasa en el conjunto de la sociedad. Pero esa ultísima instancia es sólo tal como parte de la simplificación teórica que advierte la necesidad de contar con una interpretación coherente y estructurada, que no de pie para la divagación conceptual, porque entre que sea lo que a nuestros ojos vemos y lo que este esquema lógico de pensamiento nos indica como una necesidad teórica, media todo un mundo que debe ser estudiado.
¿Hasta dónde es determinista el marxismo-leninismo y qué importancia tiene aclarar este concepto?
A mi modo de ver, si le quitamos el dejo peyorativo de la carga ideológica al concepto, que con frecuencia –por no decir siempre- es usado sólo para descalificar cualquier tipo de reivindicación del marxismo-leninismo, podemos darnos cuenta de que la determinación de última instancia sólo es posible por una necesidad real, que se hace teoría, para no perder nunca de vista (es decir, por regla general) dónde se encuentran las raíces (causas) últimas que mueven al mundo humano material y social, lo que no quiere decir que éste se reduzca al simple factor económico. En palabras más extensas, y como un librazo (charolazo) de esos que pueden estremecer por la trascendencia de lo que se cita o por no aclarar nada por más pretensión que se tenga, hay que tener presente que
  • los materialistas verdaderos y consecuentes no están en realidad, inclinados a introducir en todas partes el factor económico. Incluso la misma cuestión de saber qué factor predomina en la vida social les parece una cuestión desprovista de fundamento… La teoría de los factores se desarrolla a medida que aumenta la división del trabajo en la ciencia social… y en efecto hoy podemos contar casi tantos factores como disciplinas hay en la ciencia social… Como el factor se forma por abstracción adquiere la forma de categorías aisladas de gravitación propia… La teoría factorial que contribuyó al progreso de la ciencia, debía ser sustituida por una concepción sintética de la vida social… En esta nueva concepción lo que se constata primero es que el factor predominante es cambiante… Si las relaciones económicas (la estructura económica) fueran las causas últimas y fundamentales de los fenómenos sociales entonces sería imposible comprender por qué cambian estas relaciones… En realidad las relaciones están condicionadas por el estado de las fuerzas productivas y cambian en virtud del cambio de este estado. Cuando los adversarios de la concepción materialista de la historia dicen que el desarrollo de la humanidad se produce por obra de muchos y muy diversos factores, están enunciando una respetable verdad, pero esta respetable verdad se reduce a que las relaciones reales de los hombres en la sociedad y el desarrollo histórico de estas relaciones, se refleja en la conciencia humana desde numerosos y muy diversos ángulos, situados en diversos planos. Esta verdad indiscutible no puede marcar el límite de nuestro conocimiento científico de los fenómenos sociales. Así al reconocer que la revolución se llevó a cabo bajo la poderosísima influencia del factor religioso debemos encontrar las causas sociales que condicionaron esta influencia.
    (J. Plejánov, Obras Escogidas; citado en El imperialismo. Algunas contribuciones clásicas, varios autores, Ed. Nuestro Tiempo, segunda edic., México 1980, pp. 13-14)

Discusión 2: La teoría de la retaguardia
El riesgo o atrevimiento de teorizar (crear teoría) está, me parece, en la capacidad que tengamos de regresar siempre y en todo o cualquier tiempo, válgame el pleonasmo, para aprehender de los clásicos del marxismo-leninismo, de las experiencias (historia) que han tenido las luchas de los muertos-de-hambre en distintas partes y momentos de la historia humana, a fin de conocer el mundo que nos tocó vivir y actuar en consecuencia. Y por capacidad no me refiero a la que puede tener una cubeta, un tinaco o, si se quiere para mayor profundidad, una alberca, sino al compromiso por transformar el mundo que estamos dispuestos a tener, es decir, porque estamos convencidos de que luchar hacia la libertad por el conocimiento científico no es una sentencia labrada en piedra o metal (o de modo virtual en un correo electrónico), que andamos cargando para todos lados como si fuera una credencial de afiliación. Sea que estemos en la universidad o en un lugar distinto de ésta.
Quizá algunos consideren un esfuerzo vano, de dimensiones poco colosales, llevar hasta sus últimas consecuencias ese planteamiento, de tal modo que nuestra vida tenga coherencia de acuerdo con nuestras convicciones en la manera y en el lugar donde nos tocó vivir. Porque sólo los grandes acontecimientos pueden darnos el elogio y reconocimiento social para no sentirnos frustrados. Pero este tranquilizar nuestra empobrecida conciencia, a mi modo de ver, siempre nos dejará el complejo de que se quiso, se quiso… pero no se pudo.
Que seamos o no vanguardia o dirigentes es un asunto de la mayor trascendencia si por ello entendemos la necesidad (obligación, deber) de estar preparados como tales. Que la historia, o la correlación de fuerzas de una coyuntura, nos brinde esa posibilidad es un asunto de la mayor trascendencia, si es que las condiciones materiales dan para eso. Para responder a la altura de los acontecimientos, dado el caso, es indispensable decidir estar o no preparados, pero ni aún estándolo puede que nos toque protagonizar algo más que nuestra propia vida.
Para estar listos, si es que nos toca vivirlo, debemos aprehender el decálogo del marxismo-leninismo, para decirlo de cierta manera irreverente, sin olvidar que entre que queramos prepararnos, estar preparados y que la vida nos dé la oportunidad de demostrarlo (aunque busquemos esa posibilidad hasta por debajo de las piedras) hay un mundo de diferencia, que, por paradójico hecho, el propio marxismo-leninismo nos facilitará entender en sus justas dimensiones para no llegar a la triste y empequeñecida conclusión que “todo fue en vano”.
Y es que este querer alistarse, estar listo y ser protagonista (o vanguardia o dirigente, para decirlo de un modo grandilocuente, no por eso menos cierto) no suele ser aprehendido tan de modo fácil a como se dice. Es más, la trascendencia o intrascendencia con que vivamos no está en el castrado espíritu de buscar las grandes oportunidades en la historia. Si las condiciones materiales (históricas y sociales) crean la posibilidad para una necesidad de cierta coyuntura relevante, donde en algún modo lo que hagamos o no hagamos impacte en la magnitud de los acontecimientos circundantes (lo que de común se llama el protagonismo de las personalidades), hay que estar preparados para responder a la altura de las circunstancias. Pero si esa posibilidad no se presenta, ¿es menos trascendental lo que hagamos o no hagamos para impactar en los acontecimientos circundantes?
A mi modo de ver, saber lo que somos y no somos, lo que está en nuestras manos hacer y no hacer, y dónde, cómo, con y para quién estamos donde estamos, son las razones que al ser dilucidadas nos darán la posibilidad de encontrar la trascendencia, de que llevemos del modo más consecuente que decidamos nuestras convicciones. ¿Quién o qué, fuera de nosotros mismos, nos puede obligar a ser tanto, más o menos consecuente con la consigna de luchar hacia la libertad por el conocimiento científico? No se duda de la honestidad de los compañeros que quieren, que quieren… pero parece que no pueden. Al final, las razones que nos convenzan harán que los acontecimientos nos pasen por encima o vayamos conduciéndolos con el convencimiento de saber lo que hacemos y hacia dónde nos dirigimos. Aunque seamos uno de tantos que confirma la trascendencia de lo que hace del diario, donde otros no miran más que intrascendencia por no ser un gran acontecimiento, de dimensiones colosales.
Para poner un ejemplo.

Entre el planteamiento del López Obrador con pipa y pasamontañas, que se vanagloria del hecho consumado en que funda su trascendencia, a partir de la así llamada autonomía zapatista, ampliada en su base material con la toma de fincas que siguió al levantamiento del ’94. O como los mismos indígenas dicen

  • Les estoy hablando ahora de las tierras recuperadas, que eran de los latifundistas. Ahí nuestros abuelos y abuelas ellos lo vieron ahí. Y desde mucho más años atrás. Veían que los patrones son los mandones. Y veían, nuestros abuelos y abuelas, que es igual los malos gobiernos…
    Por eso, cuando llega el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se empezó a organizarse así nuestros pueblos. Entonces, se hizo la aparición pública –como platicó el compañero Subcomandante Marcos-, ahí se decidió pues, en el 94, que nos tenemos que gobernarnos nosotros.
    Gracias a la idea de antes que se veía de por sí de que tenemos que unirnos y organizarnos. Por eso se vio desde antes que el mal gobierno no nos respetaba. Entonces, nos organizamos, al principio, en los municipios autónomos. Así se llamó “autónomo”. Para nosotros pues, así los campesinos, los indígenas, tzeltales, tojolabales, choles, zoques, mames, no entendíamos qué significa, qué quiere decir la palabra “autonomía”.
    Poco a poco fuimos entendiendo que la autonomía era de por sí lo que estábamos haciendo. Que nos preguntábamos lo que vamos a hacer. Que discutíamos en las reuniones y en las asambleas y, luego, decidimos pues los pueblos. Hasta ahorita podemos explicar ya lo que es la autonomía que se está haciendo con nuestros Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas.
    Más ahorita, nosotros lo sentimos pues como indígenas, que así viven también nuestros hermanos indígenas en otros estados de la República mexicana. Y más nos confirmó en la gira pues de La Otra Campaña.
    (Palabras del Teniente Coronel Insurgente Moisés a la Caravana nacional e internacional de observación y solidaridad con las comunidades zapatistas; Caracol de La Garrucha, 2 de agosto de 2008)


La trascendencia que se vanagloria a costa de ese límite histórico de la autonomía zapatista, no tiene empacho en decir:

  • Vino la Sexta Declaración, la ruptura definitiva con este sector de los coyotes de la solidaridad. Y la búsqueda, en México y en el mundo, de otros que fueran como nosotros, pero que fueran diferentes.
    Además de esta posición frente al poder, hay una característica esencial en el zapatismo:… la renuncia a hegemonizar y homogeneizar la sociedad. Nosotros no pretendemos un México zapatista, ni un mundo zapatista. No pretendemos que todos se hagan indígenas. Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie. Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer.
    (Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos a la Caravana…, loc. cit.)

Esta concepción de ser funcional (dejándolos como decidan querer estar), cierta para los indígenas al haber ampliado la base de sus condiciones materiales de vida con la toma de fincas, es como es, algo que está por fuera del capitalismo y que, de este modo, proporciona el factor económico para su resistencia a no ser devorados si son incluidos en la competencia capitalista. Eso es lo más a que pudieron llegar los indígenas con su levantamiento del ‘94. Sobre la base de esta realidad de sobrevivencia de esa parte de los muertos-de-hambre funda su trascendencia personal el López Obrador con pipa y pasamontañas. ¿Dónde quedó la reivindicación de los 11 puntos de la primera declaración de la selva lacandona, que no se reducían a la trascendencia personal de decir: “Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie. Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer” (Ibídem)?
Por su parte, el legítimo López Obrador al exigir una y otra vez la redistribución del ingreso para hacer funcional al capitalismo en México (por el bien de todos, primero los pobres), ha pasado de ser un militante priísta a luchar por la apertura de espacios democráticos, la defensa de la soberanía y los recursos del patrimonio nacional (petróleo), entre otras cosas. Sin haber pretendido convertirse en dirigente de un proceso revolucionario (si acaso, sólo de la revolución de las conciencias, como él lo dice), el legítimo López Obrador ha fundado su trascendencia personal en una concepción funcional que va de menos a más amplitud, sin ir contra el capitalismo pero sí defendiendo necesidades inmediatas y urgentes para que otra parte de los muertos-de-hambre, que están dentro del capitalismo, no realicen un estallido violento.
Entre la trascendencia personal (protagonismo) del López Obrador con pipa y pasamontañas, que va de más a menos, y la trascendencia personal (protagonismo) del legítimo López Obrador, que va de menos a más, existe, por supuesto, una contradicción. Por esto, el López Obrador con pipa y pasamontañas no ha parado mientes en presentarse como el protagonista único y legítimo, mientras dice que el otro López Obrador es el falso e ilegítimo protagonista.

A mi modo de ver, ser dirigente o vanguardia es un asunto de la mayor trascendencia, si se mira bien. Visto como algo personal es una decisión porque la vida es una serie encadenada de decisiones, que tienen sus efectos y que nos lleva a volver a tomar más decisiones (como luego dicen, para bien o para mal, lo cual siempre es muy relativo). Y no me refiero a que haya una escuela forjadora de los líderes del mañana. Ser dirigente, dirigir, es la aplicación de determinada concepción del mundo, de la vida, en condiciones específicas, entendiendo esto por una determinada correlación de fuerzas sociales e históricas que limitan o facilitan la aplicación (práctica) de esa nuestra concepción. Pero esto se hace en lugares específicos (universidad, colonia, comunidad indígena, etc.) y con gentes concretas (como dicen luego, de carne y hueso, o con nombre y apellido) con todo lo que esto implica, porque la gente es gente y esto, según me parece, es algo que nunca debe ser desdeñado.
Visto como algo social e histórico, una determinada correlación de fuerzas en la lucha de clases facilitan o estorban la organización (sindicato, agrupación de colonos, de campesinos, etc.) de los muertos-de-hambre, así como lo que pueden hacer por su emancipación. De esto ha aprehendido el sistema capitalista y los que son sus dueños. Por eso administran la trascendencia personal (protagonismo) de los López Obrador, calculando su utilidad, cuándo y cómo puede soltarles un poco más la cuerda o los debe meter al redil, de qué modo los puede hacer más funcionales según sea su ego. Que los muertos-de-hambre también hayan aprehendido o no, según pienso, es algo que también atañe al ser dirigente o vanguardia, sin hacer a un lado que la emancipación de los muertos-de-hambre será el resultado de lo que por ellos mismos hagan.
Según lo que entiendo, reinventar, actualizar el decálogo del marxismo-leninismo, para expresarlo de cierta manera irreverente, es algo necesario (deber, obligación) si estamos convencidos de eso, si nos atrevemos a hacerlo, lo cual inicia por regresar a los clásicos para beber hacia nuestras propias vidas (asumir) la misma actitud que ellos tuvieron: estar del lado de los muertos-de-hambre. Para esto no hay manual o receta que diga cómo hacerlo, como no sea la vida y vivir lucha hacia la libertad por el conocimiento científico.
07 de enero de 2009
Israel Octavio Caballero de la Rosa

No hay comentarios: