miércoles, 7 de mayo de 2008

LOS ULTRAS Y EL MOVIMIENTO EN DEFENSA DEL PETRÓLEO.

¿Qué ocurre con los superrevolucionarios de la llamada extrema izquierda?
Algunos lo son por falta de realismo y el agradable placer de soñar cosas dulces. Otros no tienen nada de soñadores, son expertos en la materia, saben lo que dicen y para qué lo dicen. Es una trampa bien armada en la que no debe caerse.

“Los superrevolucionarios”. Fidel Castro.

Estamos en medio del fuego: 2008 reedita para la ultraderecha a 2006 pero no sólo por la guerra sucia mediática, el bombardeo desinformativo de los noticieros, los denuestos a la movilización popular, pronunciamientos de la cúpula empresarial día y noche por la privatización de PEMEX, reinicio del clima nazi de contrainsurgencia con Mouriño en respuesta al EPR peor aún que Zedillo, la ofensiva de los gángsteres de la intelectualidad (Krauze-Aguilar Camín) justo cuando Salinas publica su nuevo libro. Más que una mecánica repetición de sus ataques sistemáticos hacia la lucha social, que siempre han estado ahí desde las elecciones presidenciales, entran a una nueva fase ofensiva contenida ahora por la fuerza masiva de la presencia social más organizada, articulada y politizada desde el fraude electoral, que les ha roto el esquema y resquebrajado aún más su ilegitimidad para gobernar. La burla y el desprecio son los desplantes usuales contra la chusma si se hace presente en las calles, no cuando sigue pasiva e inerme como televidente a las ofensas de la derecha en el alza a los precios de los productos básicos, la aprobación de contrarreformas legislativas, las desapariciones de luchadores sociales, entre tantas más de igual calibre.

Una minoría económica que se hace cada vez más reducida por la concentración de capital, se muestra tal cual en la violencia de la que es capaz de ejercer para gobernar. En el terreno político establece alianzas con interlocutores y aparatos viejos que aún reflejan cierta base social como es el caso del PRI con sus sindicatos corporativos, en medio de sus contradicciones internas que no es posible desconocer: mientras su brazo campesino participó el 1º. de mayo en el contingente de la UNT contra la política neoliberal, el Sindicato petrolero se acogerá a los mandamientos derechistas de sus jefes a favor de la privatización; lo mismo con sus figuras públicas como el aislado pronunciamiento de Barttlet contra las iniciativas calderonistas, coyunturalmente (sin magnificarlo) contrasta con Labastida-Beltrones-Deschamps - Gamboa Pascoe, y en este mismo flanco están los beneficiarios del Pemexgate. A la hora de sumar, esa alianza con los priístas debe registrarse en el haber de la ultraderecha en la hora de las definiciones.

¿A la izquierda del Peje?

Como siempre que de golpetear a la cabeza del movimiento popular se trata, cuando se está generando la más vasta movilización en la historia del México actual, los ultraizquierdistas levantan la mano derecha.

Veamos dos ejemplos sin retoque alguno, hablando del momento presente: “¿A quién representa Andrés Manuel López Obrador? ¿A un gobierno legítimo que no gobierna ni su propio partido? ¿A las amplias masas populares que tratan de defender nuestra soberanía? ¿O tal vez a empresarios como Carlos Slim quienes han hecho cuantiosas ganancias con proyectos como la remodelación del centro Histórico de la Ciudad de México? Éstas contradicciones parecen estarse agotando, AMLO parece pretender tener un pie en cada lado, pretende defender los intereses del capital con apoyo popular.

Como si el problema del poder y del Estado pudiera ser reducido a simbolismos idealistas, siendo que el poder de un Estado es una cosa material, es presidente legítimo o ilegítimo quien tiene la capacidad de gobernar, teniendo bajo su cargo los instrumentos básicos de dominación y de administración del propio Estado, quien controla el ejército, la policía y las instituciones que cuentan con el respaldo violento de éstas mismas. Calderón y la gente a la que representa, optaron desde el principio por una presidencia ilegítima pero real; López Obrador por la simulación de la resistencia”. [1]

No es Velasco Arzac quien descalifica la legitimidad de AMLO refrendada en las urnas, sino un analista de izquierda ¿anticapitalista?, que incluso se encuentra en el prestigiado sitio rebelion.org, quien cosifica al estado (o lo unipersonaliza, ya que lo escribe con “E” mayúscula) volviéndolo algo así como el brazo instrumental de la cosa-capital. De este análisis a Max Weber con su conceptualización de estado como el “monopolio de la violencia legítima”, ya no hay diferencia alguna, pues Calderón al personificar y dirigir a las fuerzas represivas es tan real como el aumento en el número de efectivos policiacos, militares y recursos a su disposición en el gasto del gobierno. Muy discutible aparte que lo vea como una “cosa material”, fetichizando instituciones hegemonizadas por la burguesía. Por cierto, es esta clase, perfectamente representada por Slim, quien se afila las garras para hacerse del control de Petróleos Mexicanos por la vía de inversiones en el negocio.

Una más, de los teóricos orgánicos del zapatismo y editor de la revista Rebeldía, pero que de plano hace a un lado al principal motor de la economía capitalista en alusión a la ola privatizadora en América Latina: “Este panorama es aún más patético si entendemos que las empresas estatales no se pueden vender dos veces. Que ya se dilapidó lo que por décadas fue producto de la plusvalía social generada por los trabajadores. Ya casi no queda nada que vender, bueno: falta todavía una parte de nuestros territorios nacionales que siguen estando bajo la guardia de los pueblos indios y de los campesinos que no están dispuestos a vender su –ni modo aunque suene un poco acomodaticio- nuestra tierra”.[2]

Bueno, no queda nada por vender, nada más que los activos multimillonarios en dólares de PEMEX. Sin desdeñar el problema agrario, ni la existencia de relaciones precapitalistas en el campo mexicano, si algo es determinante en los proyectos imperialistas por aumentar el saqueo de la riqueza del país es precisamente el petróleo, al menos que se desconozca (cuestión improbable por la algidez de la lucha de clases en torno al energético) su preponderancia en el desarrollo de las relaciones capitalistas con la industrialización y la conformación histórica del estado nacional en México. Nada más. Se trata de una posición ideológica que le da vuelta a lo que se encuentra en primer plano en el escenario de las clases sociales al ser su polaridad esencial, el enfrentamiento capital-trabajo. Ni la reforma neoliberal al artículo 27 de la Constitución Política puso en la órbita del mercado de forma masiva, a la tierra para catapultar su explotación empresarial, capitalista.

Esta corriente desemboca en el río de la crítica al “caudillo” (léase López Obrador, desde luego), a la par y con la misma intensidad que por la ultraderecha…

Yunques, Nexos, organismos empresariales: hablan igual.

Los espots televisivos donde se equipara con Hitler y Mussolini a López Obrador son la parte más vulgar de los ataques. En el fondo, no hay diferencias de matiz en los capos de la intelectualidad del sistema, la cúpula patronal, los medios electrónicos de desinformación, el PAN, PRI. Pero no sólo son semejantes entre ellos, sino que su coincidencia es fundamental con los dichos de esa ultraizquierda. Ahí está Enrique Krauze para recordarlo: “El hecho de que el FAP no haya recibido el voto de la mayoría, los tiene sin cuidado. Ellos creen que representan al verdadero ‘Pueblo’, a la verdadera ‘gente’. ¿Y quién les confirió esa máxima representatividad? Una sola persona, su líder, intérprete único de la voluntad del Pueblo”. Casi palabra por palabra pudo haberlo dicho el citado articulista de Rebelión.org, quien dice del movimiento en defensa del petróleo: “Esto ha pretendido ser capitalizado por López Obrador para ostentarse nuevamente como el dirigente que simboliza en sí mismo la voluntad popular”. Ambos párrafos son perfectamente intercambiables, uno desde la ultraderecha y otro desde la extrema izquierda; pero ello es perfectamente entendible cuando en el fragor de la confrontación político-ideológica, se defienden lo mismo los grandes intereses pecuniarios del grupo Letras Libres que el ínfimo reducto de la pureza al precio de tocar a su extremo fascista, desligando la amplia representatividad de López Obrador que más allá de su triunfo electoral, permea su liderazgo en consenso social y poder de convocatoria.

La misma fraseología le concita el presidente legítimo a Carlos Salinas, quien en adelantos de su libro arremete contra el “populismo autoritario”, es decir, el huevo de la serpiente del fascismo definido por Marcos, el rebelde anticapitalista, en 2006; dice Salinas: “El populismo autoritario abate las redes de solidaridad a partir de la imposición de controles verticales de autoridad y de la práctica del clientelismo mediante las organizaciones sociales controladas desde el gobierno, lo cual refuerza la dependencia en el Estado. Al final, en lugar de pretender representar y hablar por el pueblo, su dirigente actúa como si él fuera ‘el pueblo’ ”.[3] Es estratégico el momento elegido para meterse al debate, por uno de los cerebros del gran capital en México y América Latina, que sí impulsó reformas estructurales. Lavándole la cara a Calderón, la usurpación de la voluntad popular sería así López Obrador, quien es el centro de los desvelos de la ultra, de las ultras que son ya una.

Coincidencias de fondo

El PAN se constituyó en la política como la vanguardia de la clase capitalista y las movedizas capas medias fanatizadas por el anticomunismo, conquistando el gobierno seis décadas después de fundado. Pero su antípoda, la clase obrera, careció de una vanguardia histórica que organizara su lucha, y los fragmentos de la infinitesimal extrema izquierda, se mueven al margen del pueblo como reductos replegados sobre su sectarismo, ciego, expresión de una radicalización que los emparenta con los grupos radicales de la derecha y en eso coinciden: su negación de la lucha popular y su ensimismamiento proveniente de la pequeña burguesía (intelectual, de comerciantes, industriales arruinados, pequeños productores rurales) que no miran más allá de su inmediatez, pero ambos son el cabús de la locomotora oligárquica e imperialista, que es la fabricante de su discurso.

Miles de propagandistas se han lanzado a la calle en un avance de años luz sobre lo que dejó la traición del PCM, el embrutecimiento de setenta años de PRI y el trabajo ideológico de los medios, más el desinflamiento del voto útil con Fox. Pero esa parte de la realidad concreta es negada por los ultraizquierdistas, tratando de socavar el proceso de politización en curso donde el pueblo está aprendiendo a organizarse, a cuestionarse las verdades sacralizadas por el poder, a tener otra perspectiva de vida, a fundar su militancia. En el debate nacional sobre el petróleo las posiciones ultras también deben ser confrontadas por el servicio que le prestan al imperialismo, pero no perdamos de vista nuestro objetivo por priorizar la defensa de la patria.



[1] Andrés Avila Armella. Rebelión, 27-04-2008

[2] Sergio Rodríguez Lascano, Viento Sur.

[3] Página electrónica de la revista Proceso: http://www.proceso.com.mx/librodeldia.html

El Coquis

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