miércoles, 25 de marzo de 2009

Discusión sobre nuestros orígenes (tercera parte):


  • “Mi suegro siempre solía decir.
    “-Si no puedes ser un buen judío, obra como si fueras un buen judío, porque si simulas algo, acabas siéndolo. De lo contrario, ¿por qué se molestan los hombres en hacerse pasar por algo? Tomen por ejemplo al borracho de la taberna: ¿por qué no trata de obrar de otro modo?
    “El rabino dijo una vez:
    “-¿Por qué es "No codiciarás" el último de los Mandamientos? Porque, primero, uno debe evitar obrar mal. Luego, después, uno ya no desea hacerlo. Si uno se detuviera y esperara a que las pasiones cesaran, no lograría nunca alcanzar la santidad.
    “Y así ocurre con todas las cosas. Si uno es desgraciado, obra como si fuera feliz. La felicidad vendrá luego. Lo mismo ocurre con la fe. Si estás desesperado, obra como si creyeras: la fe vendrá después”
    Isaac Bashevis Singer, El Spinoza de la calle Market, p. 137

(Aclaración: los textos que aparecen en letra de tipo diferente de color azul y cursiva, corresponden a lo expresado por El Coquis. El resto es sólo obra del propio autor)

Escrito entre paréntesis, luego de citar a Federico Engels, al inicio de la Discusión sobre la naturaleza del estado mexicano (respuesta a la primera parte de la discusión1), dada a conocer por El Coquis, alias Jorge Álvarez, se afirma lo siguiente:
  • “Enunciar que aunque sea hay que discutir con uno mismo despoja de contenido la razón de ser de todo diálogo, debate, interlocución posible y además imprescindible para el conocimiento científico, dice el lema de Espartaco. Así que no nos pongamos autosuficientes, bien sea denotando sarcasmo sobre la falta de respuesta a una posición, pues ese mismo sesgo, también tiene otra cara: la posibilidad de hacer soliloquios marxistas, monólogos discursivos, al fin que no puede haber apelación a la palabra escrita. Mejor discutamos a secas”.
Esto, quizá se pueda pensar, no tendría la menor importancia si no fuera porque El Coquis fue el único que leyó las dos primeras partes, de esto que “se me ocurrió” ponerle por título el que aparece al principio. Y en ningún momento me comentó lo que afirma.
Lo lógico, como compañeros que supongo somos, hubiera sido decirme lo que pensaba, para que lo discutiéramos y, en su caso, corregir lo que fuera pertinente, o hacer lo que cada uno decidiera si es que no llegábamos a una misma conclusión.
Haberle dado a leer lo que había escrito antes de publicarlo en este blog, por sentido común, no fue para “despojar de todo contenido la razón de ser de todo diálogo,” etc., como lo afirma. Mucho menos para “ponerse de autosuficientes” o acaso buscado “hacer soliloquios marxistas”, etc.
¿Por qué El Coquis no me dijo en su momento lo que ahora afirma? ¿Para qué esperarse hasta publicar su respuesta a la primera parte de la discusión1?
Ahora que El Coquis escupió para arriba, al decir:
“al fin que no puede haber apelación a la palabra escrita”, porque en tratándose de la discusión habida en este lugar sobre la llamada teoría de los factores él ha tenido ventajas: yo le di a conocer lo que escribí antes de publicarlo en el blog, preguntándole lo que pensaba al respecto, mientras que él no hizo lo propio, lo que significa que él sabía lo que iba a exponer antes de hacerlo público, lo cual no fue correspondido por su parte. Entonces, ¿para qué El Coquis hizo lo que hizo?
Haciendo a un lado el hecho por demás absurdo que implica poner a discusión algo (sea en un espacio virtual o no virtual) no queriendo que se discuta, tal y como se puede deducir que hice –según lo que dice El Coquis- con eso de hay que discutir “aunque sea con uno mismo”, revela un contenido que debe ser elucidado. Expresado en otras palabras: para que “Mejor discutamos a secas” es necesario poner las cosas en claro.
El carácter de la honestidad demostrada por El Coquis tiene un fundamento material: es la práctica del espartaco actual, en donde lo que se hace es no hacer caso de nadie, no darle a cada quien el lugar de compañero que tiene al ser espartaco y, ergo (escribiría o, más bien, teclearía aquí el aludido), destruir lo que por tantos años ha sido uno de los pilares de espartaco y lo que ha hecho ser al propio espartaco: el compañerismo. Siguiendo los pasos de los “dirigentes morales” (dixit Sendic) del espartaco de hoy, quienes son como los chuchos del perrede (destruyendo la casa desde adentro), El Coquis no podía sino refrendar “el problema principal” que tenemos todos los espartacos en algún momento (claro, se entiende que lo tenemos cuando lo queremos enfrentar y resolver, pues de otro modo no es tal): hacer nuestro ajuste de cuentas. No encuentro otra manera de poder explicar la honestidad demostrada por El Coquis, que sigue los pasos como palero de los “dirigentes morales” del actual espartaco.
Como quien dice: el Coquis ya está chocheando. En fin.
Para que “Mejor discutamos a secas”, nunca hace falta seguir insistiendo que en nuestros orígenes están muchas cosas y que son, digo, sobre la base de los principios que tenemos, un asunto que se resume en la idea de ubicar el lugar que espartaco (visto como principios) tiene en nuestra vida.
Hacer esta ubicación es una decisión que en conjunto se toma cuando se trata de arreglar o poner en claro alguno de los múltiples asuntos de coyuntura (política, ideológica o histórico-social), a los que nos hemos tenido que enfrentar. Así fue, por ejemplo, como se resolvió, en su momento, el dilema de participar o no en la fundación del perrede. Se discutió lo que en su momento hubo de discutirse hasta llegar a una conclusión que convenciera a los espartacos de entonces. Este ha sido el método de discusión en espartaco sobre la base de convencernos al considerarnos, los propios espartacos, como compañeros entre sí.
Bajo este método de discusión los espartacos nos hemos politizado (hemos decidido coger los principios que decimos enarbolar) hasta donde decidimos, porque no se le hace la vida a nadie, ni se le dice a nadie cómo la haga. En todo caso, de acuerdo a cómo cojamos esos principios es cómo nos ubicamos como espartacos (lo que llamamos las órbitas -niveles- de participación) y como personas que hacen su vida en el lugar donde nos toque vivir. Por esta razón, digo, llegamos a entender a qué nos referimos cuando se afirma que espartaco es un planteamiento de vida.
Decir, como afirma El Coquis:Enunciar que aunque sea hay que discutir con uno mismo despoja de contenido la razón de ser de todo diálogo”, motiva al menos una paradójica pregunta: ¿cómo decir entonces que uno concluye esto o aquello, sino es “discutiendo con uno mismo”?
Existe una parte fundamental de decisión en las cosas que concluimos cada quien (y las concluimos “discutiendo con uno mismo”, así entre comillas, porque nunca hemos de olvidar que lo que pensamos lo pensamos en función y como resultado de un determinado contexto histórico y social, perteneciendo a una determinada clase social, que podemos poner en tela de juicio si decidimos hacerlo) y, ergo (diría El Coquis), hay una parte de decisión en cómo y hasta dónde cogemos esas conclusiones a las que llegamos (“discutiendo con uno mismo”) para de este modo incluirlas o excluirlas al hacer nuestra vida. Cada quien decide coger los principios que decimos enarbolar como parte del sinfín de decisiones que toma a lo largo de la vida. Decisiones como éstas son “difíciles”, “complicadas” (expresarían algunos), porque, como se diría de común, hechos son amores y no buenas intenciones, y lo que decimos que enarbolamos sólo puede ser constatado en lo que hacemos.
Decir como afirma El Coquis: “Así que no nos pongamos autosuficientes, bien sea denotando sarcasmo sobre la falta de respuesta a una posición”, me lleva a la duda de ¿qué hemos hecho entonces los espartacos sino defender nuestra “autosuficiencia” (autosuficiencia: Estado o condición de quien se basta a sí mismo, Diccionario de la Real Academia Española, DRAE) para decidir, por mutuo propio, lo que en diferentes momentos hemos decidido “desde que los espartacos crearon a espartaco”?
La suficiencia es sinónimo de presunción, engreimiento o pedantería (pedante: Dicho de una persona engreída y que hace inoportuno y vano alarde de erudición, téngala o no en realidad. DRAE), siempre que el que se jacte de autosuficiencia actúe con presunción, engreimiento o pedantería. Pero entonces, ¿no hay que ser “autosuficientes”?
Si se concluye algo o se tiene una idea o un planteamiento determinado, y se expone a los demás como resultado de “discutir con uno mismo”, ¿se está violando o violentando, que no es lo mismo, alguno de los “principios de espartaco”? ¿Hasta dónde y quién puede decidir “que no nos pongamos autosuficientes”, cuando “ponernos autosuficientes” es lo que espartaco ha hecho “desde que fue creado por los propios espartacos”? ¿O ahora, para que “no nos pongamos autosuficientes”, debemos depender de alguien más: papi, mami, por ejemplo?
Ya lo que sigue:
“bien sea denotando sarcasmo, sobre la falta de respuesta a una posición”, es obvio que se está diciendo la misma cantaleta de las “buenas conciencias”: “debemos guardar las formas”, ser “bien portados”, “decentes”. Y así, como quien no quiere la cosa, espartaco pasa de ser una “organización política de izquierda” (dixit El Coquis) que reivindica el marxismo-leninismo… a una agrupación de buenos cuates que “se portan bien” y “guardan las formas”, donde el marxismo-leninismo sólo es reivindicado de dientes para fuera porque es lo cool (lo que está de moda).
Pero “no nos pongamos autosuficientes” y mejor dejemos que el capitalismo actual (o mami, o papi, o cualquier otra figura ideológica de las que abundan en el sistema) siga castrándonos el espíritu… aunque nos den chance ser un poco trasnochados con eso del marxismo-leninismo.
Discutir sobre nuestro orígenes implica, desde luego, decidir qué haremos con nuestra vida, en el sentido “autosuficiente” ya expuesto, y con todas las consecuencias que conlleva, porque las gentes que somos al no dejar de ser gentes, tenemos prejuicios, debilidades, somos muchas cosas que por una “comodidad en la exposición” resumimos como gentes. Y de lo cual hay mucho de qué hablar.

Discusión 1: La llamada teoría de los factores
La consciencia (y la ciencia es una forma específica de la consciencia) está determinada y es determinista, al menos en 2 aspectos fundamentales: a) en un sentido general y abstracto, lo subjetivo (consciencia) es el reflejo de lo objetivo (ser) en el cerebro del ser humano, por lo que ya desde este aspecto básico lo subjetivo se encuentra determinado por lo objetivo a partir de cómo se refleje éste en aquél y, por ende, cómo se va construyendo la consciencia en el ser humano (desde las percepciones, las sensaciones, los conceptos, las categorías, la formación de ideas, hasta llegar a la forma específica de la ciencia); b) ya desde el hecho de que el ser humano se planteé en su consciencia aprehender tal o cual fenómeno de lo objetivo está determinando un fin (objeto de estudio) de lo objetivo (ser) y un medio (método) por el cual aprehenderlo. Para estos dos aspectos fundamentales de la consciencia el ser humano debe decidir (tomar partido) cómo resolver un problema central y básico: ¿es el ser lo primero o es la consciencia lo primero? Si decide que el ser antecedió a la consciencia deberá, por tanto, continuar con la lógica que implican los dos aspectos fundamentales ya enunciados. Si decide que la consciencia antecedió al ser deberá voltear de cabeza los aspectos mencionados en los dos aspectos fundamentales para seguir la lógica correspondiente, inversa de la primera solución. Y decimos que se trata de una decisión porque, como en todos los aspectos humanos, de cómo se resuelva el problema central y básico entre lo objetivo (ser) y lo subjetivo (consciencia) dependerá la lógica que siga toda elaboración de conocimiento.
Decir como expresa El Coquis: “La determinación en la ciencia alude a la posición entre los elementos de un proceso”, ya implica haber tomado una solución del problema central y básico entre el ser y la consciencia, por que si lo que “alude” (aludir: Mencionar a alguien o algo o insinuar algo/ Dicho de una cosa: Tener una relación, a veces velada, con alguien o con otra cosa. DRAE) “a la posición entre los elementos de un proceso” es “La determinación en la ciencia”, lo que estamos diciendo es que en la ciencia hay una forma específica (“posición”) en que se relacionan (“alude”) “los elementos de un proceso” (suponiendo que aquí por “proceso” se entiende un fenómeno de lo objetivo). En otras palabras “los elementos de un proceso” (sean cuales sean estos elementos) tienen una determinación específica en la ciencia: a) que no guarda relación con la forma específica (“posición”) que tienen en sí en el “proceso” objetivo; b) que, por tanto, dicha “determinación en la ciencia” obra independiente de lo que suceda en sí con el “proceso” objetivo; y c) que, en consecuencia, lo único que determina “la posición entre los elementos de un proceso” es la ciencia misma. Traduciendo esto: estamos aquí ante una solución determinada del problema central y básico entre el ser y la consciencia, que nos “alude” a que primero es la consciencia (“causalidad como origen y explicación”, dixit El Coquis) y luego el ser (“en su otro extremo, apunta al efecto producido”, dixit El Coquis). ¿Para qué entonces se santigua El Coquis desde el inicio citando a Federico Engels con eso de “Según la concepción materialista de la historia”, etc., si ha tomado desde el principio una posición filosófica contraria a lo que cita?
La honestidad de lo que pretende está resumida en lo siguiente:
  • “Ahora bien, precisamente en razón de no darse mecánicamente el movimiento de causa-efecto, es dable seguir precisando por qué la acusación de determinista-economicista-reduccionista hacia el marxismo, es una operación ideológica que de ser desmontada en sus más íntimos mecanismos; eso potenciará el atender a toda la riqueza del materialismo dialéctico”.

Pero, como de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, “es dable” precisarle, del modo más humilde que puedo a su honesta pretensión teórica, que si su propósito es potenciar “toda la riqueza del materialismo dialéctico”, a partir de “desmontar” (Separar los elementos de una estructura o sistema intelectual sometiéndolos a análisis, DRAE) “una operación ideológica”, lo consecuente sería más bien destruir (Deshacer, inutilizar algo no material, DRAE) esa “operación ideológica” tomando un partido radical (Fundamental, de raíz, DRAE), y no sólo quedarse en “lo meramente contemplativo” (dixit El Coquis) al sólo “desmontar”, pues sólo destruyendo de raíz “una operación ideológica” es como se puede construir y potenciar “toda la riqueza del materialismo dialéctico”.
Y esto de destruir de raíz “una operación ideológica” implica, sin duda, que en principio decidamos tomar un partido “a través de la praxis” (dixit El Coquis) por resolver de un modo contrario el problema central y básico entre el ser y la consciencia a como ya nos demostró que lo está haciendo El Coquis. Al menos si queremos tener “a través de la praxis” (dixit El Coquis) una práctica teórica congruente y consecuente con el propósito honesto de potenciar “toda la riqueza del materialismo dialéctico”.
La honestidad con que concluye es elocuente de lo expuesto, al confirmar que:

  • “Así haya sido “una falla de la lucha de los-muertos-de-hambre” el esquematismo (ver la sucesión de cinco modos de producción, ensalzar el factor económico) el ángulo aquí expuesto del problema es el de la castración del potencial analítico y transformador del materialismo dialéctico, por parte de la ideología burguesa en su afluente teórica. Esto pretende arribar a cómo se ha ido constituyendo el estado burgués en México, como la idea original, pero resultará más productivo discutir (y no con uno mismo) lo que vaya surgiendo en el camino”

Porque no se puede destruir ningún ángulo de una “operación ideológica”, aunque sólo se trate “de la castración del potencial analítico y transformador del materialismo dialéctico, por parte de la ideología burguesa en su afluente teórica”, si ni siquiera somos “autosuficientes” para asumirnos en una discusión “aunque sea con uno mismo” como materialistas, ya no digamos dialécticos, que toman el partido consecuente por resolver el problema central y básico entre el ser y la consciencia de un modo no idealista.
La llamada teoría de los factores donde el factor económico viene a ser el determinante de última instancia debe ser tomada como tal, para que todas las consecuencias que eso implica no nos lleve a hacer un engrudo de conceptos en donde “confundamos” la “autosuficiencia” de discutir “aunque sea con uno mismo”, con la honestidad teórica demostrada por El Coquis, que en sus formas dice reivindicar el materialismo pero que en los contenidos demostrados
“a través de la praxis” (dixit El Coquis) de su honestidad es un idealista trasnochado. Porque en vez de politizar (coger para uno mismo los principios que decimos enarbolar) estamos despolitizando y, ergo (dixit El Coquis), reproduciendo “la castración del potencial analítico y transformador del materialismo dialéctico, por parte de la ideología burguesa en su afluente teórica”.


Discusión 2: La teoría de la retaguardia

Hay aquí algo pendiente que debe ser elucidado con calma y yendo por partes en distintos momentos. El modo de producción capitalista no existe como tal, en estado puro. Lo que existe en la realidad objetiva (porque también existe la realidad subjetiva que es la consciencia, o espíritu diríamos de modo poco ortodoxo) son formaciones económico-sociales en las que las relaciones sociales de producción capitalistas, constituyen las relaciones predominantes pero no las únicas. Como para abordar esta situación se necesita ir poniendo en claro muchas cosas, por una “comodidad de la exposición” se ha hablado de los muertos-de-hambre, porque no existe una categoría o concepto que englobe a todo el pueblerío que constituye la chusma (no sólo la chusma que son para el sistema los obreros, sino muchos otros chusmos que se encuentran revueltos entre sí y que es menester ir distinguiendo, tratando de no hacer chisme ni cuadraturas propias de los que se autodefinen, de dientes para afuera, marxistas-leninistas y dialécticos materialistas).
En el México actual la consciencia política organizada de los muertos-de-hambre (lo que en la jerga política es la izquierda radical) se encuentra en la retaguardia de la coyuntura. Los así llamados teóricos de la izquierda se han hecho engrudos de conceptos al más puro estilo de la honestidad teórica tipo El Coquis. No hablamos de los que han renegado del marxismo-leninismo que, por obvias razones, ahora defienden lo que antes habían combatido. Sino de aquellos que se supone siguen siendo de izquierda, pese a todo, en las muy particulares formas que se inventan para definir su justificación por buscar acomodarse dentro del sistema. Porque de lo que se trata en la teoría de la retaguardia no es una apología del dogma que hay al repetir que los elementos más conscientes del proletariado constituyen la vanguardia histórica, cuando ni siquiera los muertos-de-hambre (y no sólo los obreros) carecen de la consciencia del marxismo-leninismo, de la consciencia sobre sus condiciones materiales de vida, ni de la necesidad material que hay para que hagan su propia organización política.

Definir la organización política de los muertos-de-hambre es algo que en los hechos harán ellos mismos. Tiene sentido hablar y teorizar sobre eso, en la medida en que el capitalismo no es único en todos los lugares del mundo. El capitalismo tiene sus particulares desarrollos en cada lugar donde es el modo de producción predominante. Por esta misma razón, los capitalistas (la burguesía como clase social) toman las formas específicas para dominar en cada lugar según las particularidades que tiene el desarrollo de su capitalismo.
Para dominar al mundo los capitalistas han aprehendido a lo largo de su historia lo que pueden hacer, los límites de este poder y el carácter de estos límites. Aunque de su voluntad surja, por ejemplo,
“una operación ideológica” construida por su “afluente teórica” en las formas de democracia o fascismo, lo que han aprehendido es en qué momento, cómo y hasta dónde pueden aplicar alguna de las formas específicas para cada lugar. No de balde las luchas por la liberación nacional, las derrotas del fascismo y las revoluciones de los muertos-de-hambre, en distintos momentos y lugares del mundo, han sido estudiadas por los capitalistas con el propósito de aprender qué hacer para no ser derrotados.
Para los muertos-de-hambre el asunto presenta otras complicaciones porque además de analizar lo que han hecho, cómo lo han hecho y qué más pueden hacer los capitalistas para mantener su dominio en el mundo, deben aprehender lo que han hecho los propios muertos-de-hambre, los límites de estos hechos y el carácter de estos límites, a fin de poderse plantear qué hacer para derrotar a los capitalistas en cada lugar del mundo y de acuerdo con las condiciones materiales específicas (sociales e históricas) en que se encuentran. Por estas razones tiene vital importancia saber tanto el papel del individuo en la historia como el papel de las masas de muertos-de-hambre en la historia.
Las crisis capitalistas crean la coyuntura, abren la posibilidad material para la transformación social por parte de los muertos-de-hambre. Pero sólo esto. Porque lo que los muertos-de-hambre pueden hacer, los límites de este poder y el carácter de estos límites, depende de que exista o no existe su organización política, cuál sea el contenido de esta organización si es que existe, y, por tanto, qué parte de los muertos-de-hambre está al frente y dirige a esta organización. Estos “elementos de un proceso” son los que definen el grado de madurez en que se encuentra la lucha de los muertos-de-hambre y la posibilidad material (la correlación de fuerzas tanto al interior de los muertos-de-hambre y de los capitalistas, como entre estos “elementos de un proceso”) para definir el carácter de una lucha reformista o de una transformación social (revolución).

Esto que se dice de un modo bastante simple encierra dilemas de consciencia política para los muertos-de-hambre, porque el “potencial analítico y transformador del materialismo dialéctico” aplicado al estudio de los “elementos de un proceso” histórico de la sociedad (materialismo histórico) implica, por una necesidad real de una práctica teórica política, el ajuste de cuentas correspondiente a fin de colocar a los “elementos de un proceso” en el sitio que deben tener. Lo cual, desde luego, sólo puede ser efectuado por los mismos muertos-de-hambre en una discusión “aunque sea consigo mismos”, porque por mucha voluntad que tenga alguna vanguardia histórica no se puede sustituir o suplantar lo que los propios muertos-de-hambre decidan hacer, en el supuesto caso de que hagan algo respecto del ajuste de cuentas aquí descrito. Por esto es que de común se dice que cada pueblo hace su propia historia.
Un ejemplo.

Los movimientos populares que se desarrollan en distintos países de América Latina (Bolivia, Argentina, Ecuador, Venezuela, Brasil y México) tienen distintas características que, de un modo general, están definidos por una serie de reformas dentro del capitalismo. Las particularidades de cada uno dependen del tipo de organización política que los muertos-de-hambre han podido construir para llevar a cabo sus distintas luchas, en las condiciones materiales (sociales e históricas) en que se encuentra desarrollado el capitalismo en esos países. Por eso, aunque la mucha voluntad de alguna vanguardia histórica o la voluntad de protagonismo de algún individuo dirigente, quiera empujar hacia una transformación social (revolución), debe tomarse en cuenta tanto el contexto que rodea a cada lugar como el que existe en su interior, para determinar lo que pueden hacer, los límites de este poder y el carácter de estos límites.
Lo que sucede con la lucha de los muertos-de-hambre en Europa tiene distintas características a las de América Latina, porque el capitalismo se ha desarrollado “a mayor profundidad”, ocurrieron transformaciones sociales en distintos lugares de ese continente y se derrotó en su momento a los fascismos impulsados en varios países. Por estas razones el dilema entre reformismo y transformación social (revolución) en estos lugares no tiene las mismas características, tanto en el contexto que rodea a cada lugar como el que existe en su interior. E igual debe ser analizado lo que los muertos-de-hambre pueden hacer, los límites de este poder y el carácter de estos límites.
Del mismo modo deben ser estudiadas las particularidades que tienen los dilemas de consciencia política de los muertos-de-hambre en la hegemonía política y militar que es la mayor potencia imperialista actual: los EUA.
A lo que queremos llegar es que para cada lugar deben tomarse en cuenta las particularidades que tiene el capitalismo a medida que se ha desarrollado, a fin de entender lo que los muertos-de-hambre pueden hacer, los límites de este poder y el carácter de estos límites.
Pero el dilema en la consciencia política para los muertos-de-hambre tiene cosas fundamentales en común, que no están determinadas por las características particulares de cada lucha. Entre una lucha reformista y una por la transformación social, es “obvio de toda obviedad” que a lo que deben tender los muertos-de-hambre es hacia hacer la revolución, porque es el único camino que puede darles la posibilidad de hacer en la historia, “con sus propias manos”, una sociedad como decidan hacerla. Aunque esto “es mucho decir”, porque entre eso a lo que deben tener y lo que pueden hacer, hay mucha diferencia.
Las luchas por reformas del capitalismo para “limar las aristas más filosas” de éste ha sido, en la historia, una lucha que ha encabezado la propia burguesía. En la retaguardia se ha colocado, por comodidad o por inutilidad, la consiciencia política de los muertos-de-hambre, en sus muy variadas formas que ha tomado (partido político, organización de masas, movimiento barrial, organización indígena, sindicato, etc.). Así sucedió en los casos donde los llamados partidos comunistas arriaron la bandera de la revolución para levantar el pendón del gradualismo (como pasó en México). Por esta traición se dio vida al reformismo en el mundo. ¿Esto implica, entonces, que los muertos-de-hambre no hagan luchas por reformas dentro del capitalismo?
Para que los muertos-de-hambre derroten a los capitalistas deben desarrollar todas las formas posibles de la lucha legal e ilegal, de la lucha por reformas y de la lucha por la revolución, sin perder de vista que es la transformación social el objetivo final que busca llevar a cabo en la historia. Luchar por reformas dentro del capitalismo es necesario para que los muertos-de-hambre aprehendan de esta experiencia. El asunto, digo, es que la consciencia organizada de los muertos-de-hambre pueda distinguir entre la lucha inmediata, economicista, por reformas dentro del capitalismo, de lo que es en sí la transformación de la sociedad. Para esto no existe más que el decálogo del marxismo-leninismo, para expresarlo de un modo poco convencional, que debe ser aplicado al análisis y práctica en las circunstancias concretas, particulares de cada lucha, como la herramienta, el instrumento de análisis y politización de los propios muertos-de-hambre.
Desde luego si lo que se pretende es llevar hasta sus últimas consecuencias el “potencial analítico y transformador del materialismo dialéctico” en el análisis de la historia para la transformación social, y no sólo “desmontar” “una operación ideológica”, porque en lo que nos tardemos en “desmontar” la burguesía habrá levantado muchas más, que querremos “desmontar” y el tiempo nos habrá comido los años, pasaremos a la historia sin siquiera habernos atrevido a sostener la “autosuficiencia” de una “discusión con uno mismo”, como para haber dejado alguna huella en alguien… aunque sólo se trate de “uno mismo”.

25 de marzo de 2009
Israel Octavio Caballero de la Rosa

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