lunes, 20 de agosto de 2007

Administradores: Algo más que puentes

Administradores: algo más que puentes

Según Maurice Essautiere (ex catedrático de la BUAP), en su libro Fundamentos Básicos de Administración, el administrador es: aquella persona que aplica sus conocimientos y destrezas para planear, organizar, dirigir, controlar y coordinar actividades con la finalidad de guiar a una organización hacia la consecución de sus objetivos [1]. Considerando lo anterior, administradores somos todos los individuos que destinamos, tiempo y una determinada cantidad de insumos (si se entiende a éstos como el conjunto de elementos disponibles para resolver una necesidad o llevar a cabo una empresa o también como los bienes o medios de subsistencia [2]) a la satisfacción de necesidades y exigencias humanas ya sea en el plano individual o social.

El administrador en esencia es el que hace un adecuado manejo de los recursos, agiliza, facilita y optimiza la producción.

Obligadamente hay que volver la vista a la historia, en concreto al desarrollo y aparición de los distintos modos de producción y ubicar las funciones de los administradores, aunque no se les haya nominado como tales. Durante la prehistoria, en la comunidad primitiva (el primer modo de producción en la historia de la humanidad), el ser humano se vio enfrentado a si mismo debido a las exigencias que su cuerpo le hacía para poder sobrevivir. Necesitaba: alimentarse, protegerse de las inclemencias climáticas, descansar, establecer (aunque sólo temporalmente) un refugio, etc. A partir de esto, l@s primer@s hombres y mujeres pobladores del globo terráqueo, observaron que podían echar mano de los elementos que los rodeaban para poder satisfacer esas exigencias, es aquí donde se presenta un segundo enfrentamiento gestado del anterior humano contra sí mismo, ahora el hombre se enfrentaría a la naturaleza, la transformaría y así podría cubrir sus necesidades. Pero, la debilidad del hombre aislado imposibilitaba su enfrenamiento individual a la naturaleza [3], así que fue necesario que el hombre se organizara para lograr el trabajo colectivo. El ser humano ideó algunas técnicas y construyó herramientas que poco a poco fue modificando hasta alcanzar mayor efectividad y también un menor desgaste físico, dando lugar a los primeros medios de producción los cuales, también, eran propiedad colectiva. Posteriormente, acorde a las habilidades y las limitantes físicas de cada persona se dividió el trabajo y se asignaron tareas, esto redujo considerablemente el tiempo en el que se podían obtener los recursos necesarios, además que se utilizaba menos fuerza de trabajo. Partiendo de que la explotación del hombre por el hombre se da cuando unos cuantos se apoderan de los medios de producción, en la comunidad primitiva no sucedía esto (anteriormente se habló de la propiedad colectiva), lo que llevaba a la distribución igualitaria de la producción y a que no hubiera cabida para la organización de la sociedad en clases. El diseñar herramientas para la transformación de la naturaleza, además de determinar las técnicas más adecuadas para utilizarlas, la división natural del trabajo, reducción de tiempo y desgaste físico y la distribución igualitaria de la producción son claros ejemplos de una administración incipiente que trajo los mismos beneficios para toda la comunidad.

El descubrimiento y desarrollo de la agricultura al igual que, posteriormente, el de la ganadería, el progreso de los oficios y el avanzado perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo, dieron lugar a la división social del trabajo y al intercambio de actividades entre las personas, lo cual permitió la subsistencia mediante al trabajo individual. Esto trajo consigo el nacimiento de la propiedad privada engendrando la desigualdad de bienes, originando, que algunos hombres se adueñaran del trabajo de otros hombres, es decir, la explotación, posteriormente y bajo estas condiciones surge el modo de producción esclavista [4].

A partir de este momento, las relaciones de producción entraron en la dinámica de supra-subordinación y mientras los segundos trabajaban determinadas jornadas, los primeros (poseedores de los medios de producción) sólo exigían y se adueñaban del excedente producido, sin compartirlo. Así, la figura del administrador durante los modos de producción esclavista, feudal y en el actual capitalismo salvaje ha oscilado (y oscila) entre: el mismo dueño de la tecnología, instrumentos y técnicas de producción, el capataz que aplicaba los castigos físicos a los esclavos, el señor feudal que ejercía control sobre la producción del siervo, el maestro-artesano delegante de autoridad sobre su aprendiz, el supervisor especialista que resolvía los problemas dentro de la fábrica, el ejecutivo dentro de la empresa que reduce costos y maximiza utilidades. De hecho esta última es la acepción más “clara” y actual que se tiene del administrador de empresas y en la práctica va encaminada a la disimulada explotación del trabajador y la implantación de medidas que conducen poco a poco a la precariedad del trabajo. Dentro del capitalismo, y concretizando, en las grandes empresas donde el propietario delega autoridad a un empleado para que se encargue del funcionamiento adecuado de la empresa, el administrador es una herramienta para lograr explotación, es un puente entre el dueño de los medios de producción y el trabajador dueño de su fuerza de trabajo física. Sin embargo, el administrador podría ubicarse también en esta relación como explotado, ya que vende su fuerza de trabajo intelectual y lo que logre producir a partir de ésta (implementación de técnicas, forma de operar, reducir costos y tiempo de trabajo, todo encaminado a crear más plusvalía) siempre será para beneficio únicamente del patrón. Se podría aparentar una relación más estrecha entre el dueño de la empresa y el administrador, porque el primero sabe que la tarea del segundo le puede generar un considerable incremento en las utilidades y en ocasiones como buen “jefe” le otorgará retribuciones económicas extras a su salario pero nunca será en proporción a lo que le ha hecho ganar, además, el administrador dentro de este sistema es igual de dispensable y reciclable que todos los demás empleados sin importar que calificados sean sus conocimientos.

Una vez denotado lo anterior, se supondría que el administrador no tiene otro camino más que seguir ayudando a la reproducción de un sistema generador de desigualdad y fomentador de la explotación, pero, ¿En verdad no se puede optar por otra opción en esta profesión? Desde luego que sí. Debido al carácter técnico de la administración, todo está en función de la naturaleza de los objetivos de la empresa a la que sea aplicada, entendiendo a la empresa como una organización social donde a través de la administración de insumos y recursos, se producen bienes y/o servicios tendientes a satisfacer los servicios de la comunidad.
Es decir, lo que debe de buscar el administrador para realmente funcionar en pro del desarrollo social, es satisfacer las necesidades de las mayorías por medio de las organizaciones sociales, las técnicas y teorías que se conocen deben de dirigirse para lograr el trabajo colectivo, y que entre todos los integrantes exista un equilibrio de esfuerzos, pero las tareas deben ser asignadas siempre acorde a las capacidades individuales, ésta coordinación se ve necesaria debido a que los seres humanos no poseen las mismas habilidades ni conocimientos, se debe de promover la discusión para la asignación de tareas (entendiendo asignar no como una imposición sino como una recomendación resultado de que un tercero a partir de la meticulosa observación pueda determinar para que es hábil y apta una persona).

Se deben utilizar las técnicas y teorías administrativas propuestas por los autores clásicos que convirtieron a la administración en una ciencia, pero lo que debe de ser tomado en cuenta es lo aplicable única y exclusivamente a recursos materiales.

Para no caer en idealismos o mal entendidos de que lo anterior sólo intenta maquillar al administrador como herramienta del capitalismo, es necesario adaptar la idea de dirigir nuestro conocimiento y esfuerzo en pro del pueblo dentro de nuestro contexto actual y concretizarlo en ejemplos.

Tomando en cuenta la situación nacional, estar al servicio de las mayorías como administradores de empresas se puede lograr aplicando los conocimientos en organizaciones donde no se de la relación de producción capitalista-trabajador, como en las sociedades cooperativas, que son aquellas sociedades mercantiles integradas por individuos de la clase trabajadora que funcionan sobre principios de igualdad de derechos y obligaciones de sus miembros, no persiguen fines de lucro y procuran el mejoramiento social económico de sus asociados. En comunidades rurales, donde según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se concentra parte de la pobreza dentro del país, se producen diversos bienes de consumo, en ocasiones estos productores se ven necesitados de una rigurosa revisión en sus procesos productivos los cuales en les generan costos innecesarios además de que existen problemas para la comercialización de los productos, problema que no les permite si quiera recuperar los costos de inversión.
Creando y fomentando espacios y foros democráticos, medios de comunicación e información que estén al servicio de la comunidad cuyo fin sean la discusión, la crítica, la reflexión, promotores de la cultura y las artes.

Sólo por citar algunos ejemplos, pero como ya se menciono todo estará en función de los fines perseguidos. Es necesario contribuir a la transformación de nuestro entorno, y no sólo preocuparnos por la integración al mundo laboral actuando sin conciencia o principio humanitario alguno. No podemos quedarnos contemplativos ante una sociedad que grita un cambio, es nuestra responsabilidad, no sólo como administradores, sino como universitarios, como verdaderos profesionistas.

---El Aldo ”skaldo” Quiroz ---

[1] Elementos básicos de administración, 3ª Ed., Maurice Eyssautier de la Mora, Trillas, México, 2002.
[2]Diccionario de la Real Academia Española[3], [4]Diccionario de economía política, Borisov, Zhamin y Makárova: «Plejánov» Madrid: Akal, 1975, Traducción directa del ruso por Augusto Vidal Roget y Ediciones Pueblos Unidos

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