lunes, 25 de junio de 2007

¿QUE HACE EL IMPERIALISMO EN EL C+AUCASO Y EN ASIA CENTRAL

LAS ESTRATEGIAS DEL IMPERIALISMO EN EL CÁUCASO Y ASIA CENTRAL.

El tema central de esta semana es la zona del Cáucaso y Asia Central; en estos momentos es zona de conflicto. Los países imperialistas en su nueva brigada colonizadora, tratan de apoderarse del petróleo y gas del mar Caspio. Son varios países que se disputan la región: Estados Unidos, Rusia, China e India; por otra parte, la Unión Europea. Entre los países afectados se encuentran ocho de los que conformaban la antigua Unión Soviética y que ahora se reconocen como nuevos estados independientes (NEI), tres de los cuales son de la zona del Cáucaso: Georgia, Armenia, Azerbaiyán. Los otros cinco son los pertenecientes a la zona del Asia Central, dos de los cuales colindan con el Mar Caspio: Kazajstán, Turkmenistán; otros dos, Kurguistán y Tadjikistán colindan con China y Uzbekistán es el quinto en mención. Además, rodeando al Mar Caspio también se encuentra Irán, nación a la que Estados Unidos tiene en su mira para atacar militarmente como lo ha hecho con Afganistán e Irak.

Mientras que los nuevos países independientes tratan de utilizar el petróleo y el gas que se encuentra en sus territorios para obtener presupuesto y consolidarse -a través del desarrollo de las relaciones capitalistas-, podemos decir que van directo a un callejón sin salida, pues en este mundo imperialista, lo que les queda es elegir qué potencia quieren que los domine, es decir, cambiar una dependencia por otra, porque lo que los países hegemónicos buscan es someter a la región y utilizarla como zona de influencia de los intereses de las empresas transnacionales, pues el petróleo y el gas son vitales para la obtención de cuantiosas ganancias y para mover la industria de sus economías.

En primer lugar tenemos a Rusia, potencia militar que a principios de los noventas controlaba la región al cien por ciento pues los oleoductos existentes forzosamente pasaban por su territorio. A Estados Unidos le convenía la independencia política de los países de la ex Unión Soviética para restarle influencia a Rusia; para ello, apoya la independencia de esos países y propone construir el oleoducto BTC (Bakú, Azerbaiyán - Tbilisi, Georgia – Ceyhan, Armenia), cuyo objetivo es que no pasara por territorio ruso, para de esa forma restarle poder de control ese país. Además, con su pretexto de la guerra contra el terrorismo, instala bases militares en Kurguistán y Uzbequistán, teniendo vigilada de cerca a Rusia y a China.

Rusia responde con la firma de un acuerdo para construir un oleoducto entre Bulgaria y Grecia, es decir trata de controlar una zona de influencia de los Estados Unidos en occidente. Estados Unidos contra ataca al proponer la TAPI (oleoducto que va de Turkmenistán – Afganistán – Pakistán – India) para debilitar más la influencia rusa de la región y controlar y aislar a Irán con la que pretende llevar a cabo la próxima guerra; pero a la India, en términos de costos, le interesa más el oleoducto que va de Irán, Pakistán e India, que la TAPI propuesta por EU.

De esta forma, en este gran juego de intereses, los países imperialistas chocan, a veces sufren graves reveses, a veces pequeñas victorias sobre las otras potencias. China por otra parte también tiene intereses en la región, pues no le conviene que Rusia se fortalezca o que Estados Unidos controle los recursos de la región pues los necesita para seguir creciendo a pasos agigantados, o que la India le ande marcando los pasos en cuanto a crecimiento económico.

Mientras tanto los países afectados, también deciden y actúan; mientras que unos se hacen proyanquis (Georgia) otros desconfían del imperialismo yanqui (Turkmenistán), mientras que unos le apuestan al neoliberalismo y abren sus fronteras (Kazajtán), otros le apuestas a proteger su economía nacional (Uzbekistán). Como resultado tenemos toda una zona de conflicto actual, la competencia lejos de desaparecer se eleva de nivel y se convierte en una competencia entre naciones. Más cruenta y más ruda donde la oferta y la demanda funcionan al son que les toque lo intereses imperialistas.

Es necesario insistir que el capital es, antes que cosas (dinero, producción, mercancías) una relación social de producción entre dos clases fundamentales, capitalistas y trabajadores. Los capitalistas con sus inversiones buscan explotar la mano de obra para la obtención de sus ganancias, una parte de la ganancia necesariamente tiene como destino acrecentar el capital para obtener más y más ganancias y no por una cuestión subjetiva como la avaricia, sino por una cuestión objetiva, el hecho de que capital que no acumule deja de ser capital al desaparecer por la competencia que hay a su alrededor.

La lógica, lo racional de este sistema capitalista es que la fuerza de trabajo genere más plusvalía y ¿cómo se logra esto? aumentando la productividad, que implica una tendencia creciente de la composición orgánica de capital, y como resultado un aumento en la masa de plusvalía, y por lo tanto una mayor acumulación, objetivo de este régimen de producción.

Dada la estructura económica del capital, en la actualidad hay dos elementos substanciales que sirven como fuente de energía para elevar la productividad del trabajador y la competitividad de las empresas: el petróleo y el gas. El país que controle estos recursos, puede aspirar a elevar su productividad y competitividad y por lo tanto aspirar a una mayor acumulación.

El petróleo y el gas son fuente de energía que el hombre racional (capitalista) ha sabido aprovechar en su beneficio, para el transporte aéreo, acuático y terrestre, generación de electricidad, las industrias químicas, farmacéuticas, militares y alimentarías, manufactura de plásticos y materiales diversos, incluyendo sus primeros usos: de salud, de impermeabilización, e iluminación. Por tanto, el petróleo y el gas son recursos fundamentales para el capital.

Son recursos naturales, que el hombre no produce, por lo tanto representa una gran ventaja económica el hecho de que algunos países posean importantes yacimientos de petróleo y gas. Ventaja que se traduce en desventaja ante la voracidad de los países imperialistas que llegan a colonizarlos. Esto es así porque para que el capital imperialista sea competitivo, hay que tener poder de acumulación de capital, y para tener acumulación hay que obtener necesariamente una mayor masa de ganancia en detrimento de la tasa de ganancia. La masa de ganancia se obtiene a la vez por una parte al poseer la mercancía creadora de valor (la fuerza de trabajo), conjuntamente con los medios de producción, la tecnología y el control de las materias primas como el gas y el petróleo.

Por esa razón, en el juego del capital, las estrategias de los países imperialistas están a la orden del día, sobre todo aprovechando ventajas que no necesariamente las concede la naturaleza, sino el mismo sistema.

Imperialismo y colonialismo

El capital se fue extiendo en todo el mundo, destruyendo relaciones de producción ajenas al capital y sometiendo pueblos enteros, imponiendo la estructura económica, y diezmando todos los vestigios del antiguo régimen; ha logrado su objetivo, establecer las relaciones sociales de producción capitalistas como su primer patrón de acumulación, claro está que no basta con ello, pues su mismo desarrollo implica, patrones superiores de acumulación. ¿Qué ocurre actualmente? Vivimos en la etapa del capital en su fase imperialista, un rasgo de este imperialismo es la existencia de grandes y poderosas trasnacionales que controlan los sectores estratégicos de las economías, las que imponen a los gobiernos de los países subdesarrollados las reglas del juego y las que salen ganando en este gran juego de fuerzas. En el caso del petróleo cuatro son las empresas multinacionales que controlan el mercado: Royal Dutch Shell (Holandesa), BP (British Petroleum), ExxonMovil Corporación (gringa) y Total (Compañía francesa). Son los intereses de esas compañías las que entran en juego, nunca la población total de los Estados Unidos o Rusia y China, sino los intereses de las transnacionales las que están detrás de todo ese conflicto.

Empero, el imperialismo, se podría resumir, no es más que la dominación de un país sobre otro, en este caso la dominación de los países centrales sobre los periféricos. Por lo tanto a la par del imperialismo surge el colonialismo que es la forma de sojuzgar a los pueblos de la tierra, como es el caso del Cáucaso y Asia Central.

En el caso concreto del petróleo y del gas, como nos damos cuenta, el imperialismo se hace presente, la competencia entre empresas aparece como competencia entre naciones. No son las cuatro empresas petroleras las que se nos aparecen en competencia, sino Rusia contra Estados Unidos o China o los países de la Unión Europea o la India. Por una parte tenemos a Rusia y por otra los NEI (Nuevos Estados Independientes) y aquí tenemos a China y allá a los Estados Unidos, el motivo, controlar los yacimientos petrolíferos y de gas de la región.

Mientras que los NEI buscan consolidar su independencia respecto a Moscú; Estados Unidos, como país imperialista que es, desea apoderarse de un número considerable de reservas de petróleo que poseen los NEI. Trata de eliminar o sacar del juego a Rusia, quien con tanta pericia adoptó la lógica capitalista para entrar al juego del capital, pues tan solo en 1991 controlaba los oleoductos que permitían a los NEI exportar sus hidrocarburos, además de ser el primer productor de gas y el segundo en petróleo.

En este contexto todo parece apuntar que Rusia aprovechará sus condiciones materiales existentes para brincar a ser una superpotencia capitalista con una población muerta de hambre, sin embargo, la estrategia que Estados Unidos es alejar a Rusia de convertirse en la todopoderosa. Estados Unidos ha ganado una batallas importantes, la prueba es el BTC y el BTE (ver noticia), oleoductos que son muy importantes para poner en pié proyectos, hacia el petróleo y el gas. ¿Quién subordinará a quién? y ¿Quiénes más se encuentran inmersos en este gran juego? ¿Hay ganadores o posibles ganadores en esta contienda? Porque tenemos claro que hay un perdedor, los intereses de la humanidad ante los intereses del capital.

Dependencia e independencia

¿Por qué tragarnos el cuento de la globalización?

Aceptar la globalización como categoría de análisis del capitalismo contemporáneo, implica negar toda su historia del capitalismo, todo su desarrollo; con esto se llegaría a la absurda aberración de que todos los países tienen el mismo nivel de desarrollo, diciendo que lo que hace falta son incrementos en la productividad, y la liberalización del mercado.

La realidad existente nos demuestra que los países centrales llevan una gran ventaja económica: el sistema se las ha concedido, y como se hacía mención, no se requiere que posean en su territorio recursos naturales tan importantes como el petróleo, de todas formas, lo poseerán subordinando a los países poseedores, ya sea por tratados de libre flujo de capitales, por la imposición de políticas neoliberales, o simplemente por la vía fascista. Ahora bien, cuestionémonos si realmente hay independencia tanto económica como política, si el cuento de la globalización opera en la realidad con todo el mundo fantasioso del bienestar y competencia perfecta.

Todo parece indicar que la independencia de los NEI es una falsa independencia, tienen forzosamente que hacer sus amarres con el imperialismo. Porque para crecer tienen que invertir y las inversiones los llevan los imperialistas y estos ponen las reglas del juego, lo que queda es subordinarse a los dictados del capital.

Oferta y demanda en el mercado mundial de petróleo

Como hemos analizado, la etapa de acumulación imperialista, implica la concentración y centralización de capital, por parte de algunos países, en este caso de Estados Unidos, que pretende acaparar buena parte de las reservas para después controlar la oferta y la demanda; con ello, los precios en el mercado internacional. Las leyes de oferta y demanda en la región de los NEI las utilizó a su favor Rusia, imponiendo precios elevados a los países de alrededor cuando no se adaptaban a los intereses del imperio, un caso concreto es Georgia que tenía que soportar los altos precios que imponía Rusia. Los Estados Unidos aprovechando la ocasión propone la creación de dos oleoductos el BTE, y BTC, suministrando petróleo y gas a aquellos países que eran castigados por Rusia. De esta manera Estados Unidos gana terreno y Rusia juega una mala estrategia con sus precios altos.

¿Son las leyes del mercado las que deciden toda esta condición existente en el mercado de petróleo o más bien, son los mismos intereses de las grandes potencias, derivados de las relaciones sociales de producción capitalistas las que controlan la oferta y la demanda? Para los estrategas financieros y militares del imperialismo, pero también para los economistas apologéticos de la globalización, el mundo es un tablero de ajedrez con zonas de influencia a disputar, pretendiendo borrar de tajo las contradicciones internas determinantes en los pueblos colonizados. Según esta visión, la economía mundial capitalista operaría como una densa red en donde los mercados se conectan al rejuego de los centros de poder, como simples nodos donde sus flujos, moverían al sistema en “tiempo real”. La perversión de la teoría, del análisis científico acerca del funcionamiento del capital a escala universal, desconoce qué mecanismos hacen posible la explotación ejercida históricamente por los colonizadores; además, se pretende negar la posibilidad de liberación de la cadena de dominio, porque “hay que ajustarse a las reglas”.

¡POR EL CARÁCTER REVOLUCIONARIO DEL

MARXISMO LENINISMO PARA

LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL!

MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ESPARTACO


Gaby Toxqui y Mambrullo

DEL CÁUCASO A ASIA CENTRAL

GRAN JUEGO ALREDEDOR DEL PETROLEO Y DEL GAS

El acuerdo sobre el tendido del gasoducto del Caspio alcanzado el pasado 12 de mayo entre el presidente ruso Vladimir Putin y sus homólogos turcomano y kazako frustra la política de desviar oleoductos y gasoductos impuesta por Estados Unidos y la Unión Europea. Moscú ha pasado a la ofensiva.

por Régis Genté

Periodista independiente, Bichkek (Kirguizistán).

Traducción: Teresa Garufi

El nuevo Gran Juego está en su apogeo. Esta vez, el petróleo y el gas se ubican en el corazón del conflicto. Pero la demanda de hidrocarburos no explica por sí sola la batalla que libran las grandes potencias para apoderarse de los yacimientos de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central y del Cáucaso, que con el derrumbe de la URSS en 1991 escaparon a la influencia de Moscú. El oro negro y el oro gris representan también el medio para una lucha de influencias destinada a controlar el centro del continente euroasiático. Por intermedio de majors petroleros, los oleoductos son como largas cuerdas que permiten a las grandes potencias amarrar en su seno geoestratégico a los ocho Nuevos Estados Independientes (NEI) de la región.

El Gran Juego, expresión que se ha convertido en legendaria con Kim, la novela de Rudyard Kipling, designaba en el siglo XIX la lucha de influencias entre grandes potencias, en muchos aspectos similar a la actual. En aquella época, lo que estaba en juego era lo que en ese entonces se conocía como las Indias, la joya de la corona británica codiciada por la Rusia Imperial.

El combate duró un siglo y terminó en 1907, cuando Londres y San Petersburgo acordaron la división de sus zonas de influencia mediante la creación de un Estado tapón entre ellas: Afganistán. El acuerdo perdurará hasta 1991.

Hoy, si bien cambiaron los métodos y las ideas en cuyo nombre actúan las potencias, si los protagonistas no son los mismos, el objetivo último perdura. De una u otra manera, se trata de colonizar Asia Central con el fin de neutralizarse los unos a los otros. Es verdad que el gas y el petróleo se desean por sí mismos, pero también como un medio de influencia, explica Muratbek Imanaliev, ex diplomático kirguizo (y antes soviético), que preside el Institute for Public Policy en Bichkek (Kirguizistán).

Juego de influencias

A partir del derrumbe de la URSS, los NEI ven en el petróleo un medio para alimentar su presupuesto y consolidar su independencia respecto de Moscú. A fines de los años 80 la empresa estadounidense Chevron codiciaba el yacimiento de Tenguiz, uno de los más grandes del mundo, situado al oeste de Kazajstán. En 1993 adquirió el 50%. Del otro lado del mar Caspio, el presidente azerí Gueidar Aliev firmó en 1994 el contrato del siglo con empresas petrolíferas extranjeras, para explotar el campo Guneshli-Chirag-Azeri.

Rusia se encoleriza: el petróleo del Caspio se le escapa. Se opone entonces a Bakú (capital de Azerbaiyán) argumentando la ausencia de estatus jurídico del Caspio, ya que no se sabe si es un mar o un lago. Moscú había esperado que las cosas fueran mejor con Aliev que con su antecesor, el primer presidente de Azerbaiyán independiente y el nacionalista antirruso Abulfaz Eltchibey, derrocado por un putsch en junio de 1993, algunos días antes de firmar importantes contratos con majors anglosajonas. Fino conocedor de los mecanismos del sistema soviético, Gueidar Aliev, ex general de la KGB y antiguo miembro del Politburó, negoció en secreto con los petroleros rusos para encontrar un terreno de acuerdo con Moscú: Lukoil (empresa petrolera rusa) obtuvo un 10% del consorcio Guneshli-Chirag-Azeri. Este y Oeste comienzan a arrancarse los yacimientos de la zona.

En los años 90, para justificar su penetración en la cuenca del Caspio, Estados Unidos infló sus estimaciones de las reservas de hidrocarburos allí disponibles. Hablaba de 243.000 millones de barriles de petróleo. ¡Apenas menos que Arabia Saudita! Retorno a la razón: en la actualidad estas reservas se estiman en 50.000 millones de barriles de petróleo y 9,1 billones de m3 de gas, lo que representa entre 4 y 5% de las reservas mundiales. Si Estados Unidos se atrevió a este gran bluff, fue porque quería construir a cualquier precio el BTC (el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan). Hicieron todo lo posible para lograrlo... Se trataba de prevenir la extensión de la influencia rusa, de tornarla más difícil. No sé en qué medida sabían que exageraban, afirma Steve Levine, periodista estadounidense que sigue estas cuestiones desde inicios de los años 90.

Este juego de influencias se viene acelerando desde 2002. En razón de la guerra contra el terrorismo llevada a cabo en Afganistán a raíz de los atentados del 11 de septiembre, los militares estadounidenses hicieron pie en la ex-URSS. Con la bendición de una Rusia debilitada. Washington instaló bases en Kirguizistán y Uzbekistán, prometiendo retirarse tan pronto como la gangrena islamista fuese erradicada. Bush utilizó este compromiso militar masivo en Asia Central para sellar la victoria de la Guerra Fría contra Rusia, contener la influencia de China y mantener el nudo corredizo alrededor de Irán, considera el ex corresponsal de guerra Lutz Kleveman.

Washington jugó también un papel determinante en las revoluciones de colores de Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguizistán (2005), otros tantos graves reveses para Moscú. Enloquecidos por estos cambios de poder sucesivos, algunos autócratas de la región le dieron la espalda a Estados Unidos y se acercaron a Rusia o China. En efecto, el juego se ha ido complicando estos últimos años, a medida que Pekín hizo su entrada en los asuntos de Asia Central y que Europa, como consecuencia de la guerra del gas ruso-ucraniana de enero de 2006, aceleró sus proyectos de captación del oro gris caspiano. Petróleo, seguridad, lucha de influencias y batallas ideológicas: para salvar su apuesta en el Gran Juego, es necesario jugar en todos los tableros a la vez.

Al principio, Rusia tenía una clara ventaja en esta pulseada. En 1991 controlaba todos los oleoductos que permitían a los NEI exportar sus hidrocarburos. Pero los apparatchiki devenidos en presidentes se esforzaron por no apostar todo a la carta rusa. Tras el hundimiento de la URSS se construyeron una docena de oleoductos que evitaron pasar por el territorio del gran hermano: Moscú perdió así su influencia política y económica. El ejemplo de Turkmenistán es emblemático de las relaciones de Rusia con su antiguo coto cerrado: 40 de los 50 mil millones de m3 de gas que produjo en 2006 se vendieron a Rusia. No había otra elección. Salvo un pequeño gasoducto inaugurado en 1997 que lo conecta a Irán, sólo dispone del SAC-4, oleoducto que desemboca en Rusia. Una verdadera cadena. En abril de 2003, el Presidente ruso Vladimir Putin pudo obligar a su homólogo turcomano,

Saparmurad Niazov (muerto a fines de 2006) a firmar un contrato de 25 años por 80.000 millones de m3 anuales vendidos al ridículo precio de 44 dólares/1.000 m3.

Bien pronto Achkhabad (la capital de Turkmenistán) intentó volver sobre estas condiciones, y para ello interrumpió sus entregas. El invierno boreal de 2005 Moscú se resignó a pagar 65 dólares por 1.000 m3 dado que el gas turcomano le era indispensable, en especial para aprovisionar a bajo precio a la población rusa. En septiembre de 2006 Gazprom fue más lejos y firmó un contrato con Achkhabad por el cual se comprometía a pagar 100 dólares/1.000 m3 durante el período 2007-2009. Es que en abril, cinco meses antes, el difunto dictador turcomano había firmado con el presidente chino Hu Jintao un documento por el cual Turkmenistán debía proporcionar a China, durante treinta años, 30.000 millones de m3 de gas natural anuales a partir de 2009, y construir un gasoducto de 2.000 kilómetros. Es sin duda por esta razón que Gazprom tuvo que incrementar sus tarifas.

¿Querrá Achkhabad seguir incrementando la puja? En abril pasado, de retorno de su primera visita oficial a Moscú como presidente, Gurbanguly Berdymoukhammedov invitó a Chevron a participar en el desarrollo del sector energético turcomano. Su antecesor nunca se había atrevido a hacer tal invitación a un major internacional. Por otra parte, no dijo no a los adelantos europeos de un corredor transcaspiano. Quizás amenaza con hacer entrar a los Occidentales en su juego para que Gazprom acepte pagar más en efecto, le factura su gas a Europa en más de 250 dólares/1.000 m3.

Y sin embargo, Putin propuso restaurar el SAC-4 y construir otro gasoducto que conecte los dos países. El periodista ruso Arkady Dubnov observa: Rusia quiere poner de manifiesto a los turcomanos que está dispuesta a hacer mucho por ellos. Moscú espera disuadirlos de tratar con los chinos y los Occidentales. La lucha que Moscú debe librar contra Turkmenistán prueba que Rusia está lejos de ser todopoderosa en las ex repúblicas soviéticas, y que lo que prima hoy es el pragmatismo económico de Putin y su entorno, concluye este experto de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Iniciativas estratégicas

El método tiene a menudo el inconveniente de ser brutal. Así es como los europeos percibieron la crisis del gas de 2006 entre Moscú y Kiev. El

espectro de la ruptura del aprovisionamiento planeó sobre el viejo continente, que importa un cuarto de su gas de Rusia. No obstante, modera Jérôme Guillet, autor de un informe sobre las guerras del gas de 2006, estas crisis son más el reflejo de las luchas que se tejen entre bambalinas entre poderosas facciones en el seno del Kremlin o en Ucrania que una utilización deliberada del arma energética.

Primer productor mundial de gas y segundo de petróleo, Rusia recuperó su bienestar financiero y toma iniciativas estratégicas. El 15 de marzo pasado firmaba un acuerdo con Bulgaria y Grecia para la construcción del oleoducto Burgas-Alexandroupolis (BAP). Un verdadero competidor del BTC, que además es el primero que el Estado ruso controla en el territorio europeo. Asimismo, desde hace algunos meses el bruto circula por los 1.760 kilómetros del BTC y el gas por el Bakú-Tbilisi-Erzurum (BTE). La arteria vital de la influencia occidental en la ex-URSS es funcional. Produce sus primeros efectos políticos.

Desde este año Georgia parece ser menos dependiente del gas ruso que hace un año, cuando era el único que podía importar. Así, los espectaculares aumentos del precio del gas que los rusos le impusieron en dos años, pasó de 55 dólares a 230 dólares/1.000 m3 no afectaron tanto la economía georgiana como esperaba Moscú. Los volúmenes suministrados por el BTE, a título de royalties, y por Turquía, que cede a bajo precio la parte de gas de este mismo gasoducto que le corresponde, le permitieron componer un precio medio aceptable.

Peor aun, para Moscú: la tentativa de imponer a Azerbaiyán un alza de los precios del mismo orden, esperando que se refleje sobre las entregas en Tbilisi, causó la ira del Presidente Ilham Aliev. Eso prueba que el BTC (así como el BTE) es por cierto la mayor victoria estadounidense en política internacional de estos últimos quince años. Es un éxito en cuanto al containment de Rusia y el respaldo a la independencia de las repúblicas del Cáucaso, considera Steve Levine. Estos oleoductos ofrecen a Estados Unidos y Europa la posibilidad de poner en marcha otros proyectos para diversificar sus fuentes de suministro y atraer bajo su influencia política los NEI de la zona. Dos proyectos están en el orden del día. El primero, el Kazajstán Caspian Transportation System (KCTS), destinado aevacuar el petróleo del yacimiento de Kashagan, el más grande descubierto en el mundo en los últimos treinta años. Debe entrar en producción a fines de 2010, y los accionistas del consorcio que lo explota, formado por grandes majors occidentales (10), se proponen transportar sus 1,2 a 1,5 millón de barriles diarios vía un itinerario suroeste que atraviesa el Caspio. Ni cuestión de que el oleoducto pase por debajo del mar, debido a la oposición rusa e iraní: una flota de petroleros hará pues el trayecto entre Kazajstán y Azerbaiyán, donde una nueva terminal petrolífera conectará el sistema al BTC. El que, gracias a algunas estaciones de bombeo suplementarias y al empleo de productos que dinamizan al paso del aceite por las tuberías, debería hacer que su capacidad pase de 1 a 1,8 millón de barriles por día.

El segundo proyecto, que se refiere al oro gris, está aún en sus balbuceos. Se trata del corredor transcaspiano, destinado a proveer a Europa de gas kazako y turcomano. Faouzi Bensara, asesor en energía de la Comisión Europea, señala: Hablamos de corredor y no de gasoducto. Proponemos reflexionar sobre las soluciones tecnológicas alternativas, como por ejemplo el fomento de las inversiones para producir gas natural licuado en Turkmenistán, que luego podría ser transportado por barco a Bakú. La Unión Europea no pretende ser protagonista del Gran Juego, precisa el alto funcionario: Sólo se guía por la demanda. Muy pronto tendremos necesidad de 120 a 150 mil millones de m3 de gas por año. Nuestro objetivo es encontrar estos volúmenes suplementarios y diversificar nuestras fuentes de aprovisionamiento. Eso es todo. Las soluciones que vamos a encontrar serán complementarias de las que ya existen.

En cambio, la otra gran tubería estratégica fomentada por Washington tiene pocas chances de realizarse: se trata de la Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI), ese famoso gasoducto que Estados Unidos, junto con la sociedad petrolífera estadounidense Unocal, preveía construir con los talibanes en la segunda mitad de la década del 90.

Con el regreso de los talibanes a Afganistán, este proyecto implica demasiados inconvenientes en términos de seguridad. Por otra parte, muchos expertos consideran que las reservas de Turkmenistán no se evaluaron correctamente, explica el profesor Ajay Kumar Patnaik, especialista de Rusia y Asia Central en la Universidad Jawaharlal Nehru, de Nueva Delhi.

Si bien Washington defendía el TAPI, lo hacía para aislar a Irán y a la vez debilitar a Rusia en Asia Central. En adelante, Estados Unidos se propone también integrar Afganistán a sus vecinos y al mismo tiempo proporcionarle con qué calefaccionar a sus poblaciones y reactivar su economía, condiciones para su estabilidad. Con este objetivo el Departamento de Estado estadounidense reorganizó en 2005 su división Asia del Sur, para fundirla con la de Asia Central, y así favorecer las relaciones a todos los niveles en esta zona conocida como la Gran Asia Central.

Competencia e independencia

La energía constituye uno de los vectores esenciales de las relaciones internas de la zona. Por esta razón existe un determinado número de proyectos de estaciones hidroeléctricas, en Tayikistán por ejemplo, destinadas a abastecer el Norte afgano. Pero el concepto general no tiene mucho éxito. Nueva Delhi, en especial, se siente lejos de Asia Central y no muestra entusiasmo por entrar en el TAPI. El proyecto de gasoducto Irán-Pakistán-India (IPI) propuesto por Teherán la seduce mucho más, aunque la Iran Libya Sanctions Act estadounidense (ILSA) mediante la cual

Washington castigaría a toda empresa que invirtiese en el petróleo o el gas de estos países le impide dar el paso.

Mohammed Reza-Djalili, especialista iraní en relaciones internacionales de Asia Central, comprueba: Irán es el gran perdedor del nuevo Gran Juego. No sólo los oleoductos eluden su territorio, sino que nadie puede invertir en Irán. Ahora bien, lo que necesita el país son justamente inversiones. Sus instalaciones datan de los años 70, lo que lo obliga a importar el 40% de su combustible; no pudo explorar su porción del mar Caspio y subexplota su enorme potencial gasífero. Por otra parte, es paradójico que el Gran Juego excluya a Teherán cuando en Asia Central los productores de hidrocarburos sueñan con una ruta Sur. Arnaud Breuillac, director para Europa Central y Asia Continental en Total, explica: Es la más económica y técnicamente la más simple. Es lógico que estemos a favor de la diversificación de nuestras vías de exportación. En este marco optamos por la ruta Sur, dado que la

región de consumo más cercana al Caspio está al Norte de Irán.

Por esta razón el acercamiento con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) representa en este contexto, según Mohammed Reza, un salvavidas para la política de Irán en Asia Central. De esta forma, Teherán puede tejer vínculos con Asia, especialmente con China, y aumentar su fuerza en su pulseada con Estados Unidos.

Por su parte explica Thierry Kellner, especialista en China y Asia Central, en este Gran Juego China persigue tres objetivos: Su seguridad, en particular en la provincia turcófona de Xinjiang, que bordea Asia Central; la cooperación con sus vecinos a fin de impedir que otra gran potencia se torne demasiado importante en el espacio centroasiático; y finalmente su aprovisionamiento energético. Las numerosas compras de activos petroleros que desde hace algunos años efectúa Pekín en Asia Central hicieron correr ríos de tinta. En diciembre de 2005 China inauguraba incluso un oleoducto que conectaba Atasu, en Kazajstán, con Alashanku, en Xinjiang. El primer contrato petrolero que Pekín firmó en Asia Central data de 1997. China trabaja en el largo plazo. Supo sentar sólidas bases en Asia Central, y eso da sus frutos hoy, subraya Kellner.

Este frenesí de compras no responde sólo a la necesidad de hidrocarburos de un país que crece un l0% al año. Para Thierry Kellner refleja también su visión geopolítica: China no ve las cosas en términos de mercado, aunque en la actualidad la oferta y la demanda de petróleo esté mundializada. Para garantizar su seguridad energética, se provee de yacimientos y oleoductos que la abastecen directamente, pero que le cuestan muy caro. Cuando lo fundamental es que oferta y demanda se equilibren a escala mundial para mantener el nivel de precios. Pekín, en su propio interés, debería más bien contribuir a este equilibrio a escala mundial sin pensar forzosamente en sus aprovisionamientos directos.

Para los chinos invertir en Asia Central constituye también una manera de intervenir en los asuntos de la región para contribuir a su seguridad, dicen. Pekín se compromete en la OCS para federar a los Estados miembros alrededor de temas que le son caros, como la lucha contra el terrorismo o la cooperación económica y energética. Además, la organización forma un bloque susceptible de solidarizarse fuertemente en caso de desestabilización de la zona o si Estados Unidos gana en influencia al punto de amenazar los poderes existentes. La ola de revoluciones de colores que se produjo en 2003 en el espacio ex-soviético la llevó a pronunciarse con mayor claridad contra Washington. Por ejemplo, en julio de 2005 sus seis miembros respaldaban a Tachkent en su exigencia de cerrar la base militar aérea estadounidense de Karshi-Khanabad, establecida en el marco de las operaciones en Afganistán. De hecho, ya no hay más GIs en suelo uzbeko.

En realidad, el Gran Juego conviene a las repúblicas de Asia Central y el Cáucaso, que apuestan a la competencia, tanto política como económica, entre las grandes potencias. Obtienen un poco de independencia, en la medida en que pueden decir no a tal o cual para volverse hacia otra gran capital. Lo que a menudo equivale sobre todo a elegir su dependencia. Al jugar en estos intersticios, estas repúblicas utilizan vías cada vez más divergentes, constata Imanaliev. Así pues, mientras que Kazajstán abre su economía al mundo, Uzbekistán la cierra; y cuando Georgia juega a fondo la carta estadounidense, Turkmenistán siente una profunda desconfianza respeto de Washington. Más allá de estas diferencias, el Gran Juego les permite estar menos obligados a seguir la vía que impone uno de los Grandes. Si, por ejemplo, el discurso democrático de Occidente perjudica los intereses de los dirigentes centroasiáticos o caucasianos, siempre pueden volverle la espalda, dado que Pekín o Moscú no son tan exigentes en la materia...

A decir verdad, Washington o Bruselas tampoco lo son siempre. Los imperativos estratégicos los llevan a menudo a relegar los derechos humanos a segundo plano, lo que resta credibilidad a los valores llamados occidentales, que los poderes de la región consideran sólo como un arma ideológica. Para acallar las críticas, desde 2003, mes tras mes, sus dirigentes utilizan un discurso acerca de su propia manera oriental de construir la democracia en sus países. Mientras tanto la corrupción reina en el Gran Juego: el petróleo y el gas, a pesar de constituir fuentes de riqueza nacionales, escapan en lo esencial al control democrático de los habitantes de esos países.

R.G.

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